viernes, 18 de septiembre de 2015

La maravilla de ser padres

Alvin Reyes 
                   
En “Vida Liquida” Zygmunt Bauman habla de una tendencia creciente en países desarrollados que se refiere a tratar la maternidad, la paternidad como una carga. Amelia Hill escribió un artículo titulado “ ¿Creías que los niños te harían feliz?. Pero, solo más pobre?”. Sugestivo título. En este artículo se habla de los avatares que le suceden a una ejecutiva de 31 años debido a que ella y su esposo después de tener un hijo se enfrentan a una tarea imponente y desconocida: sostener este nuevo estilo de vida en que “debemos contar hasta el último penique” y reconocen sentir  “envidia y resentimiento por el estilo de vida y bienestar de amigos suyos que, al no tener hijos, disponen de tiempo y dinero para hacer vida social y viajar” (1). Y esta tendencia parecer que con los años tomara mas fuerza.

Una especie se perpetúa con la descendencia. “Creced y multiplicaos” es el mandato divino. Entonces uno se pregunta: ¿a donde se encamina una sociedad, una civilización que primero piensa en lo económico, en el bienestar, en el “ser feliz” antes que participar en el milagro más grande que es dar, crear, proveer vida?. En algún momento nos desviamos del camino y nos hemos extraviados en una búsqueda de dinero y placer que nos ha hecho perder los sentimientos íntimos que nos hacen seres humanos. Las feministas me pueden matar por esto pero nada es más hermoso para mí que una madre. Tengo una madre, mi esposa es una madre, mi familia está llena de madres. Mujeres valiosas que han servido ser entes sociales, económicos y hasta políticos pero también han luchado por el cuidado de sus hijos.


Durante mis más de veinte años de paternidad he gastado una fortuna, he dejado de leer cientos de libros, he dejado de estudiar, me he perdido de conciertos, me he desvelado en noches de enfermedad, he tenido que trabajar turnos rotativos para ver mis hijos crecer. Y les voy  a decir algo: si los dioses me  preguntan si deseo volver atrás, les diré que si pero solo para volver a ser padre de nuevo. Ningún dinero, ningún viaje, ningún concierto, se puede comparar con la maravilla de ser padres. Pero para entender esto tienes que ser más humano. Si solo piensas en el dinero y en  tu posición social quédate así. Pero te auguro que cuando pasen los años y tengas una cuenta abultada de dinero pero ya no tengas los bríos para viajar y bailar pasaras tu navidad, tu “thanksgiving”, tu cumpleaños solo y nadie te traerá ni siquiera un amargo pedazo de pastel.


(1) Bauman, Zygmunt. Vida Liquida. Paidos. Pág.137

jueves, 10 de septiembre de 2015

Vergüenza y peligro en las redes

Por Pedro Dominguez Brito. Publicado originalmente en El Caribe. Reproducido sin permiso.


En ocasiones “metemos la pata” sin querer. Un amigo abogado notó que desde hacía días un cliente lo saludaba con cierta frialdad, algo que gracias a Dios le ocurría muy poco. Había realizado muy bien su trabajo. Trataba con respeto a esa persona. Incluso, no había cobrado sus honorarios. No encontraba la razón.


Entonces recurrió a los mensajes de texto que habían intercambiado. Y cuál no fue su sorpresa al leer que en vez de la palabra “estupendo”, le escribió el término “estúpido”. Tuvo que dar miles de excusas. Es una experiencia que comparto para que leamos bien antes de enviar un asunto por las redes, donde en ocasiones el teclado y su famosa autocorrección se toman libertades insospechadas.



También a un conocido en vez de un currículo, una joven le envió a su correo electrónico todas las comunicaciones privadas que había sostenido con su novio. Y mientras más la damisela intentaba ofrecer explicaciones, más se enredaba. 

Cada vez soy más precavido al usar las redes. He visto relaciones de todo tipo deteriorarse o romperse por culpa de esta tecnología. Por ejemplo, algunos padres me han expresado su intención de destruir o botar un celular de sus hijos, ya “jartos” de que pasen todo el tiempo con ese aparatito. Y si se le pierde o se lo quitan como castigo, viene el berrinche y el pataleo. 



Mi primera impresión es negativa cuando observo a alguien ensimismado con un telefonito entre las manos, utilizando sus pulgares como ráfagas, indiferente a lo que ocurre a su alrededor, sin el mínimo interés de compartir con los demás. He visto en mesas alrededor de cada plato un celular, y cada quien concentrado en el mismo. Es mala educación. 



En ocasiones esa conducta revela problemas de personalidad. Y no hay que ser sicólogo o psiquiatra para llegar a esa conclusión, basta contemplar la cara y los gestos de los “chateadores” para notar que en ese cerebro algo no anda bien. 

La modernidad generalmente se impone a un ritmo más acelerado que la educación en el hogar y en la escuela. Y eso conlleva serios peligros, donde no escapan los adultos. Un caso muy común lo representa el facebook, considerado por algunos como el espionaje más grande en la historia, pues desde el momento en que aceptamos ser su usuario toda nuestra información e imágenes pasan a ser de su propiedad, incluso después de nuestra muerte.



Lo humano como forma de vida y lo tecnológico como complemento pueden coexistir en armonía, siendo siempre cuidadosos de lo que se lee o escribe, para no pasar vergüenza como mi amigo abogado o como la doncella aquella.


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sábado, 29 de agosto de 2015

TURBULENCIA MIGRATORIA

Por: Melvin Mañón

A las puertas del lado francés del túnel que atraviesa el Canal de la Mancha, las escenas de violencia se suceden mientras policías británicos tratan de impedir la entrada ilegal de inmigrantes de todo el mundo.  No muy lejos de allí, otras brigadas revisan camiones, furgones, baúles y cualquier otro lugar donde pueda haberse escondido un ilegal que, dicho sea de paso, ha debido atravesar medio mundo y decenas de barreras y fronteras para llegar hasta allí.

En el Mediterráneo, desde el mismo Peñón de Gibraltar al oeste hasta el  Bósforo en el extremo oriental toda una humanidad se hace a la mar en embarcaciones improvisadas, inadecuadas e ilegales para tratar de llegar a Europa. Negros sub-saharianos de Mauritania, Senegal, Costa de Marfil y toda el África Occidental venden sus haberes y se embarcan en la aventura que debe llevarlos, bordeando la costa africana, hasta algún lugar del Mediterráneo europeo donde finalmente arriba solamente una fracción de ellos. Los que no perecen al hambre, la sed, la  insolación, las disputas a bordo o el naufragio quedan a merced de las autoridades navales y/ migratorias italianas, francesas o españolas que les llevan a campamentos, allí donde los hay; los encierran en lugares improvisados y luego empiezan a discutir qué hacer con ellos.
Desde la costa norte de África, Marruecos, Túnez, Libia y en mucho menor medida Argelia otro éxodo de magrebíes atiborra las costas y los campamentos mientras que aquellos cuyas embarcaciones naufragaron sirven de alimento a los escualos siempre hambrientos.

A medida que el Maghreb rebasa el Canal de Suez y las aguas del Mediterráneo se confunden con las del Adriático y los Dardanelos, otra oferta masiva de emigrantes busca y encuentra caminos que los lleven desde Líbano, Siria, Turquía, Iraq hacia el Mediterráneo oriental donde también acuden los desesperados de Somalia, Kenya, Eritrea y otras partes de África Oriental. Muchos de estos son los que están agolpados en Grecia y Macedonia donde han ido a parar esperando y deseando que el desorden interno de estos países les permita colarse hacia el centro de Europa. Para tratar de evitarlo, Hungría construye una muralla de alambre de trincheras y despacha tres mil efectivos para protegerse de estos invasores. Vano empeño.

No son cientos de inmigrantes, sino decenas, cientos de miles, de todas partes del mundo empobrecido y violento, turbulento y desigual arriesgando todo lo que tienen para entrar a Europa y reclamar una parte del paraíso que la publicidad -decía Galeano- les ha hecho la boca agua. No son los más pobres de sus respectivos países, sino los más atrevidos y resueltos porque los verdaderamente más pobres no tienen nunca con que comprar un sitio en una lancha ni sobornar funcionarios ni sobrevivir a la travesía. Esta gente la pasa mal aunque a decir verdad, peor les va a los que desde Indonesia y el sureste asiático terminan en Australia donde un canalla llamado Tony Abbot, con gran respaldo de su electorado, tan canalla como el, los envían de regreso a alta mar o los confinan a varios campos de prisioneros en islotes solitarios donde deben morir de enfermedades o convencerse, tras una buena dosis de maltratos y abusos de que nunca serán admitidos en Australia. Acaso corren la misma suerte de los negros eritreos que tras haber ingresado a Israel son, después de coger cárcel por un año, abandonados a su suerte en el desierto de Negev.

Pero bien, ese es el mundo de hoy, testigo de las emigraciones masivas más impresionantes que recuerda la historia y, ante esta situación la Alemania de Merkel, respaldada por la Francia de Hollande hacen una exigencia a los demás países de la Unión Europea reclamando que acepten acomodar una cuota mayor de refugiados. Quieren repartir la carga para que a todos les toque su parte tanto en el salvamento en alta mar como en la distribución en campamentos y posteriormente ubicados a través de toda la Europa comunitaria. Estas sociedades viven, como otras que la precedieron, la paradoja de la inmigración y nadie ignora el efecto a largo plazo pero todos terminan transándose por el beneficio a corto plazo. 

Pero, hay dos cosas verdaderamente asombrosas en esta situación y ninguna de las dos las he oído mencionar. Es posible que lo hayan hecho y yo no me haya enterado. Pues bien:

1ro.- Entre el año 275 y 378 de nuestra era, el emperador Aureliano primero y mucho después el emperador Valente aceptaron permitir que los bárbaros del norte y este de Europa cruzaran el río Danubio y se establecieran en las llanuras del lado oeste en lo que hoy es Rumanía. Era un acuerdo temporal que protegería a esas tribus germanas del exterminio por parte de los Hunos y serviría también para fortalecer la defensa del territorio del imperio romano frente a esos y otros adversarios. Ninguna de las dos partes cumplió su parte del acuerdo. Los funcionarios romanos corruptos y mandos militares incompetentes abusaron de los recién llegados y estos terminaron rebelándose pero sobre todo, convirtiéndose en una realidad permanente que transformó el imperio por dentro y condujo a precipitar la decadencia de este y al ascenso a los mandos militares de varias generaciones de jefes bárbaros. Valente murió en 378 tras la derrota romana en Adrianópolis frente a esos mismos bárbaros. Fue una larga serie de campañas que culminará entre los los años 406 y 500 con las hazañas de Odoacro y de Teodorico. El imperio romano, después de ellos, se diluye en tribus y principados. Ha nacido la Edad Media del desmantelamiento del antiguo imperio. QUE IRONIA. MERKEL, HOLLANDE Y TODOS LOS DEMAS ESTAN RECREANDO LA MISMA DISCUSION QUE TUVO LUGAR HACE CASI DOS MIL AÑOS EN EL SENO DEL IMPERIO ROMANO. NO LO MENCIONAN ELLOS NI LO EVOCAN OTROS, PERO TEMEN QUE TENDRA EL MISMO RESULTADO. Es el ajuste de cuentas de los bárbaros solo que ahora no vienen del norte sino del sur y un poco del este.

2do.- Resulta increíble, por lo absurdo, que en medio de todo el debate europeo ante la debacle migratoria y las múltiples crisis humanitarias en el origen y destino de estos emigrantes a nadie se le haya ocurrido invertir en el ordenamiento, la justicia y el trabajo en los países  de donde emanan esos emigrantes y así empezar a corregir las causas que han desencadenado el fenómeno: algo naturalmente más difícil de hacer que de decir porque la prosperidad europea, la expansión de sus clases medias y el modelo de vida y consumo existente está erigido no solamente sobre las desigualdades impuestas a esos pobres en favor de los más ricos sino también en la depredación de sus países y en la corrupción de su cultura y de sus instituciones ancestrales.

La única solución a la debacle actual y futura del caos migratorio es la construcción de un mundo más justo pero, imagínese, como pedirle a la injusticia que se niegue a sí misma.


martes, 28 de julio de 2015

Serge Latouche: "La gente feliz no suele consumir"

Publicado en Tu nueva información

La afirmación del titular la hace este célebre pensador francés catedrático de Economía en la Universidad París-Sud y una de las voces mundiales del llamado movimiento por el “decrecimiento”. Latouche propone vivir mejor con menos y alerta de que el actual ritmo de crecimiento económico mundial es tan insostenible como el deterioro y la falta de recursos en el planeta. Su movimiento también se alínea con la ecología.
"Vivimos fagocitados por la economía de la acumulación que conlleva la frustración y querer lo que no tenemos ni necesitamos". Se ha referido en muchas ocasiones a la concesión por parte de los bancos de créditos al consumo a personas sin sueldo y patrimonio siendo el inicio de la crisis económica mundial y ha asegurado tajantemente que "la gente feliz no suele consumir". Aboga por trabajar menos y producir de forma inteligente así como repartir el empleo y cultivar más la vida.
Estas cuestiones quedaron muy bien ilustradas con el ejemplo que puso- en un colegio mayor de Pamplona, donde dio una interesante charla hace dos años, y propuso entre otras muchas cosas la sencilla idea de “producir cerca de donde se vive y de forma ecológica” para evitar lo que él mismo presencia en la localidad donde vive y es que por cualquier puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000 camiones a la semana "con tomates de Andalucía cruzándose con tomates holandeses".
Con un gran sentido del humor alaba el estoicismo representado en España por Séneca: "No se obtiene la felicidad si no podemos limitar nuestros deseos y necesidades".

El profesor propugna la sobriedad en la vida

El economista se basa en los hechos y las estadísticas que aluden a que “cada año hay más habitantes en el planeta a la vez que disminuyen los recursos, consumir significa producir residuos y se consumen 15 millones de hectáreas de bosque esenciales para la vida". "Y si vivimos a este ritmo –remata-es porque África lo permite".
El profesor Latouche, de 73 años y su movimiento “decrecentista”, que surgió en los años 70 en Francia, donde es un personaje reconocido y relevante, premiado en varias ocasiones, una de ellas con el premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales, defiende “la sobriedad en la vida y la preservación de los recursos naturales antes de su agotamiento”. Desde su punto de vista no se trata de plantear una involución sino de “acoplar la velocidad de gasto de los recursos naturales con su regeneración” y ha alertado de que “si el decrecimiento que ya estamos experimentando no es controlado las consecuencias serán traumáticas”.
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Dice que el término “decrecimiento” es un eslogan, "una bomba semántica provocada para contrarrestar la intoxicación del llamado desarrollo sostenible", una forma de pensamiento, la sostenibilidad, que propicia pagar por todo, "por ejemplo, en el caso del trigo, obliga a pagar por los excedentes, por su almacenamiento y también hay que pagar por destruir los sobrantes". "Deberíamos hablar de A-crecimiento". Invita el economista a hacer una profunda reflexión sobre nuestro estilo de vida incluso sobre la exhibición de lo superfluo y el enriquecimiento desmesurado. Su voz clama por el equilibrio y el sentido común ante la total incongruencia y el delirante rumbo que ha tomado la economía mundial durante las últimas décadas.
Entre sus libros están La sociedad de la abundancia frugal, Sobrevivir al desarrollo y La hora del decrecimiento.

viernes, 19 de junio de 2015

“La liquidez de Bauman es un modo de tratar la disolución de grandes estructuras que dieron solidez al orden social"

Buscando información sobre uno de los libros de Bauman "El retorno del péndulo" nos encontramos con esta entrevista a Gustavo Dessal publicada en Telam

En El retorno del péndulo, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el psicoanalista argentino Gustavo Dessal arman un contrapunto como para pensar cuestiones clave del mundo contemporáneo, teniendo como horizonte el concepto deliquidez del primero articulado a las hipótesis de Sigmund Freud y Jacques Lacan del segundo. En El retorno del péndulo, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el psicoanalista argentino Gustavo Dessal arman un contrapunto como para pensar cuestiones clave del mundo contemporáneo, teniendo como horizonte el concepto deliquidez del primero articulado a las hipótesis de Sigmund Freud y Jacques Lacan del segundo.


Publicado por el Fondo de Cultura Económica, el subtítulo rezasobre el psicoanálisis y el futuro del mundo líquido, conceptos que suponen una desarticulación de época o bien la entrada en otra.
 
Bauman nació en Poznan en 1925, es profesor emérito de Sociología en las Universidades de Leeds y de Varsovia; es premio Príncipe de Asturias 2010 y autor de más de una veintena de títulos.
 
Dessal nació en Buenos Aires en 1952, es escritor, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Es docente del Instituto del Campo Freudiano en España.
 
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
 
T : Para empezar, ¿cómo se produjo tu contacto con Zygmunt Bauman?¿Conocías sus libros?

D : Desde que cayó en mis manos Amor líquido, me convertí en un entusiasta seguidor de la obra de este hombre excepcional. Un sociólogo que escribe como poeta, un tipo auténticamente comprometido con aquello de lo que habla. Hace un par de años Bauman dictó un seminario de verano en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Lamentablemente no pude asistir, pero gracias a una persona de mi amistad y confianza pude obtener su correo electrónico para proponerle una entrevista acerca de su relación con la obra de Sigmund Freud, a quien no deja de citar en casi todos sus libros. Para mi sorpresa, su respuesta fue inmediata y positiva, plena de generosidad y confianza en alguien que para él era un completo desconocido. Así se inició un intercambio de correos y de textos. Lo que comenzó siendo una entrevista, se convirtió en un diálogo sobre temas que son objeto de estudio tanto para la sociología como para el psicoanálisis. Y en esa conversación por escrito pudimos encontrar puntos de convergencia.

T : El concepto de lo líquido,  que podría equivaler a la decadencia de la autoridad o de la imago paterna, ¿pensás que Bauman lo inventóorientado por esa misma idea o bien por una ausencia de referencias en el mundo social que desemboca, creo que inevitablemente, en Freud?

D : Me gustaría recordar que aunque el concepto de lo líquido es posiblemente aquello que más se asocia al nombre de Zygmunt Bauman, no es ese su único mérito. Su obra Modernidad y Holocausto, por ejemplo, es posiblemente uno de los tratados más lúcidos sobre el tema del antisemitismo, y al mismo tiempo una anatomía de la relación consustancial entre el progreso científico-técnico y la barbarie. Allí no encontramos aún el concepto de lo líquido. Me dirijo ahora a tu pregunta concreta. Bauman utiliza conceptos y categorías sociológicas y filosóficas, y abreva en las fuentes freudianas. De modo explícito se considera tributario de Emanuel Levinas, y no tiene ningún empacho en reconocer que la obra de Lacan le supone una oscuridad en la que no ha tenido la oportunidad de internarse. Por lo tanto, creo que vincular la declinación de la imago paterna al concepto de liquidez ha sido una hipótesis a la que me he atrevido de forma personal, para ver hasta qué punto era posible encontrar una congruencia entre ambas cosas. La liquidez de Bauman es un modo de tratar la disolución de las grandes estructuras ideológicas que durante siglos dieron forma ysolidez al orden social. La invención lacaniana del Nombre del Padre es algo verdaderamente extraordinario, posiblemente uno de los conceptos más lúcidos desde que Marx revelase la función de la plusvalía y Freud descubriera el inconsciente. Los intelectuales están aún muy lejos de haber percibido su significado. Crear un concepto que arroja una inmensa luz tanto sobre la clínica del ser hablante, como en el campo social e histórico -¡todo eso con un solo significante!- y explicar al mismo tiempo uno de los resortes fundamentales del discurso del amo durante siglos, es a mi entender una auténtica proeza intelectual.

T : Tus intervenciones parecen acomodar o poner en orden los conceptos de principio de realidad y principio de placer, introduciendo la cuestión de la pulsión de muerte y el goce. El libro, entonces, se vuelve, digamos, pesimista. ¿Cómo piensan Bauman y vos este asunto de cara al siglo XXI?
 
D: No querría que los lectores sacaran una conclusión pesimista de este libro, pero sin duda uno no puede evitar todos los posibles deslizamientos y evocaciones que una obra despierta en quien la recibe. Más aún: creo que un autor debe asumir la responsabilidad de todo aquello que suscita en los lectores, aunque ellos le devuelvan un sentido que no había tenido la intención de transmitir. Aquí vale el principio lacaniano de que uno siempre recibe su propio mensaje en forma invertida, por lo tanto no vale el argumento No es eso lo que quería decir. No obstante, me gustaría que el pesimismo de Bauman y el del psicoanálisis de Freud y Lacan no se leyesen como una actitud de derrota frente a la fatalidad de la historia o de la condición humana. Más bien debería interpretarse como un arma de resistencia frente a la perversidad de un optimismo que ha hecho del progreso una profesión de fe. Después de Auschwitz, la confianza ciega en el progreso es una posición obscena, inmoral, a todas luces inaceptable. En ese sentido, prefiero alinearme con el pesimismo, siempre y cuando -insisto- se considere una palanca para seguir avanzando en la lucha por la vida, por la dignidad humana, por los valores que contribuyen a resistir los embates de un sistema que degrada nuestra existencia.

T: André Green piensa que vivir infectado por la pulsión de muerte es complicado. ¿Cuál es tu idea al respecto, en un momento que en vastos sectores del planeta retorna el ama a tu prójimo como a ti mismo?

D: No conozco ese pensamiento de André Green, por lo tanto no me atrevo a opinar sobre eso. Si se refiere a que no es lo único que debemos tomar en cuenta tanto en el aspecto del sujeto individual como colectivo, estoy perfectamente de acuerdo. Freud nos legó su dualismo eros-thanatos, lo cual implica que no podemos ni debemos descuidar el hecho de que la pulsión de muerte no posee una autonomía absoluta. Por supuesto, existen fenómenos clínicos y acontecimientos sociales en los que reconocemos su primacía, su inquietante protagonismo. Pero es un error (y no sé si es eso a lo que André Green tal vez se refiere) que los psicoanalistas nos convirtamos en propagadores del terror intelectual. La pulsión de muerte, en tanto concepto, debe estar al servicio de arrancarnos de la ingenuidad de confiar que el bien es soberano, y que el placer comanda todos nuestros actos. Pero no hay razón para transformarla en un tema morboso. Nadie puede negar la lucidez de Paul Virilio, para tomar un ejemplo, pero sus reflexiones destilan un goce muy particular... ¿Ama a tu prójimo como a tí mismo? Quizás estoy equivocado, pero creo que el imperativo actual es mucho más sencillo de enunciar: Ámate.

T: Creo que es una preocupación común a ambos. Las redes sociales, imposible desconocer sus beneficios. De lo que no se habla demasiado es de sus zonas oscuras: encierro, paranoia, aislamiento, ausencia del cara a cara. En ese sentido, ¿el péndulo tiene retorno, y cuál sería, si lo hubiera porque creo es imposible ignorar a ese nuevo actor?

D: En una conferencia que dictó en Madrid, le escuché decir a Bauman cosas muy afinadas -y por eso divertidas- sobre las redes sociales. Recuerdo que hizo reír a un público de más de trescientas personas cuando dijo que no podía comprender cómo había gente que en Facebook tenía centenares de amigos ( incluso miles), y él en sus 89 años apenas había conseguido juntar unos pocos... Pero su observación más interesante -cada vez más evidente en la clínica actual- es el hecho de que hay mucha gente puede vivir casi solo en el mundo on-line. Esas personas suelen hallar muchas dificultades para moverse en la vida off-line ¡Y eso es absolutamente cierto! No es necesario ponernos en el ejemplo extremo de aquellos sujetos psicóticos que encuentran en el ciberespacio la única posibilidad de alojar algo de su ser (lo cual es una de los tantos beneficios de internet). Cada vez es más habitual, por ejemplo, que las parejas se formen, se seduzcan, se exciten, se peleen y se rompan a través del chat o del mensaje de texto, o el Whatsapp. Comenzamos a darnos cuenta de que las redes sociales y la comunicación virtual (más allá de sus ventajas, que están fuera de cualquier discusión) permiten que la presencia se ausente, si me permites expresarlo de ese modo. Todos los días los analistas recibimos a hombres que ya no se atreven a decir ciertas cosas a las mujeres en vivo y en directo, y se refugian en la protección del chat, la video conferencia, o sistemas semejantes.

T: Al paradigma disciplinario, del control, del espectáculo, se le suma ahora el del   cansancio. El cansancio físico como parte de un cansancioontológico. ¿Cuál es tu posición al respecto, se trata de un nuevo estado de excepción, de un síntoma o de un estado de la época, o de eso todo junto?

D: Es muy interesante tu pregunta, porque me remite a algo misterioso, surgido en los últimos tiempos, y que la medicina ha diagnosticado como síndrome de fatiga crónica. Eso no existía antes, o al menos los casos no eran lo suficientemente numerosos como para justificar una categoría especial. Para el psicoanálisis, un cuadro semejante no es más que algo a interrogar, es decir, que no sabemos a priori lo que vamos a encontrarnos cuando escuchamos a un sujeto que nos habla de eso. Tal vez una psicosis encubierta, o estabilizada en ese fenómeno, tal vez una forma más sofisticada de la histeria clásica. Pero en cualquier caso, no deja de ser muy sugerente que esto se presente con una frecuencia cada vez mayor. Tal vez el cansancio ontológico al que te refieres, sea el efecto secundario de esa liquidez que ha contaminado a la sociedad. La precariedad existencial a la que estamos cada vez más sometidos (pese a las brumas de la felicidad con las que el marketing nos envuelve todos los días), hace la vida muy agotadora de llevar. 

sábado, 23 de mayo de 2015

La enfermedad de estar ocupado

Artículo original: The Disease of Being Busy por Omid Safi. Traducido por Alvin Reyes.

Hace unos vi a una querido amiga. Me detuve para preguntarle qué tal le iba, cómo estaba su familia. Ella miró hacia arriba y en voz baja suspiró: “Estoy muy ocupada… muy ocupada… demasiadas cosas ahora mismo.”
Casi inmediatamente después, me encontré a otro amigo y le pregunté qué tal estaba. De nuevo, con el mismo tono, la misma respuesta: “Estoy muy ocupado, tengo mucho que hacer.”
El tono era cansado, incluso exhausto.
Y no son solo los adultos. Cuando nos mudamos a Carolina del Norte hace diez años, estábamos excitados por mudarnos a una ciudad con buenos colegios. Encontramos un vecindario muy diverso con muchas familias. Todo se sentía bien y correcto.
Después de instalarnos, visitamos a uno de nuestros vecinos y les preguntamos si nuestras hijas podrían conocerse y jugar juntas. La madre cogió su teléfono y empezó a mirar la agenda y luego dijo: “Tiene un hueco de 45 minutos en las próximas dos semanas. El resto del tiempo tiene gimnasia, piano y clases de canto. Está muy ocupada.”
Estos hábitos horriblemente destructivos empiezan pronto, muy pronto.
¿Cómo hemos terminado viviendo así? ¿Por qué nos hacemos esto a nosotros mismos? ¿Por qué les hacemos esto a nuestros hijos? ¿Cuándo se nos olvidó que somos seres humanos y no humanos que hacen?
¿Qué pasó con el mundo en el que los niños se ensuciaban con lodo, destruían todo y hasta  se aburrían? ¿Queremos tanto a nuestros hijos que los hemos sobrecargado de tareas y les hacemos sentir  igual de estresados?
¿Qué pasó con el mundo en el que nos sentábamos con la gente que queríamos y teníamos  largas conversaciones sobre nosotros mismos, y donde no había  prisa por terminar?
¿Cómo hemos creado un mundo en el que que cada vez  tenemos más cosas que hacer con menos tiempo libre, menos tiempo para reflexionar, menos tiempo para simplemente… ser?
En algún lugar hemos leido: "La vida no examinada no vale la pena ser vivida ... por un ser humano." ¿Cómo se supone que vamos a vivir, para examinar, para ser, para llegar a ser, para ser plenamente humanos cuando estamos tan ocupados?
Esta enfermedad de estar “ocupado” es espiritualmente destructiva para nuestra salud y nuestro bienestar. Reduce nuestra capacidad de concentrarnos completamente en nuestros seres queridos y nos separa de convertirnos en el tipo de sociedad que deseamos.
Desde los 50 hemos tenido tantas innovaciones tecnológicas que pensábamos que nos harían nuestras vidas más fáciles, más rápidas, más sencillas. Pero hoy no tenemos más tiempo libre que hace algunas décadas.
Para algunos de nosotros, “los privilegiados”, las líneas entre el trabajo y la vida personal han desaparecido. Siempre estamos pegados a algún dispositivo. Todo el tiempo.
Los teléfonos inteligentes y los laptops han roto la barrera  entre la oficina y nuestra casa. Cuando los niños se van a la cama, volvemos a conectarnos.
Una de mis rutinas diarias es revisar la avalancha de correos. Me refiero a esto como mi yihad contra los email. Vivo  enterrado bajo cientos y cientos de correos, y no tengo ni la más remota idea de cómo hacer que se detenga a pesar de haber intentado innumerables técnicas… Pero siguen llegando, en cantidades ingentes: correos personales, correos del trabajo, etc. Y la gente espera una respuesta a esos correos. Pero sucede que estoy demasiado ocupado.
La realidad es muy diferente para otros. Tener dos trabajos en sectores mal pagados es, para algunos, la única forma de mantener una familia a flote. El veinte por ciento de los niños de EE.UU. viven en situación de  pobreza y muchos de sus padres trabajan por salarios mínimos para poner un techo sobre sus cabezas y algo de comida en la mesa. Estamos demasiado ocupados.
Los viejos modelos, incluyendo el del núcleo familiar  en el que sólo un padre trabaja, se han terminado para muchos de nosotros. Sabemos que existe una mayoría de familias con ambos padres trabajando. Y no funciona.
No tiene que ser así.
En muchas culturas musulmanas, cuando quieres saber qué tal le va a alguien, preguntas: en árabe, ¿Kayf haal-ik? o, en persa, ¿Haal-e shomaa chetoreh? ¿Cómo está tu haal?
¿Qué es ese haal por el que se pregunta? Es una palabra para preguntar por el estado del corazón de una persona. En realidad preguntamos “¿Cómo está tu corazón en este momento exacto? Cuando le preguntamos  a alguien“¿Qué tal estás?”, esto es exactamente lo que queremos saber de la otra persona.
No pregunto cuántas cosas tienes que  hacer, no pregunto cuántos correos tienes pendientes de leer. Quiero saber cómo estás en este preciso momento. Cuéntame. Dime que tu corazón está contento, dime que tu corazón está dolorido, que está triste y que necesita contacto humano. Examina tu corazón, explora tu alma y después cuéntame algo sobre tu corazón, sobre tu alma.
Dime que recuerdas que sigues siendo un ser humano, no sólo un humano que hace cosas. Dime que eres algo más que una máquina de hacer deberes. Habla conmigo, tócame. Vamos a hablar ya  reírnos juntos  aquí y ahora.
Pon tu mano en mi hombro, mírame a los ojos y conectate conmigo por un segundo. Cuéntame algo sobre tu corazón y despierta al mío. Recuérdame que yo también soy un ser humano completo que necesita contacto con otros humanos.
No tengo soluciones mágicas. Lo único que sé es que estamos perdiendo la capacidad de vivir plenamente.
Necesitamos una relación diferente con el trabajo y la tecnología. Sabemos lo que queremos: una vida con significado, sentido de comunidad y una existencia balanceada. No es sólo tener  el Iphone mas reciente. Queremos ser completamente humanos.
W. B. Yeats escribió una vez:
“Se necesita más coraje para escudriñar los rincones oscuros de tu propia alma que la que necesita un soldado para luchar en el campo de batalla.”
¿Cómo exactamente se supone que debemos examinar los rincones oscuros de nuestra alma cuando estamos tan ocupados? ¿Cómo se supone que vamos a vivir la vida plena?
Siempre soy prisionero de la esperanza, pero me pregunto si estamos dispuestos a reflexionar sobre cómo hacerlo y sobre cómo vivir de otra manera. De alguna forma, necesitamos un modelo diferente de reorganización individual, social, familiar y humanitario.
Quiero que mis hijos se ensucien, que sean desordenados y que incluso se aburran, que aprendan a ser humanos. Quiero que tengamos un tipo de existencia en el que podamos detenernos por un momento, mirarnos cara a cara, a los ojos, tocarnos y decirnos mutuamente “es así como se siente mi corazón”. Me he tomado el  tiempo de reflexionar sobre mi propia existencia; estoy lo suficientemente en contacto con mi propio corazón y alma para saber cómo me siento y para saber cómo expresarlo.
¿Cómo está tu corazón hoy?
Déjame insistir en un tipo de conexión humano-a-humano en la que cuando uno de nosotros responda “Estoy muy ocupado”, podamos responder “Lo sé. Todos lo estamos. Pero quiero saber cómo está tu corazón.”

miércoles, 25 de febrero de 2015

Los estudiantes usaban drogas para ponerse en “alta", pero ahora las usan para pasar de curso

Alvin Reyes

Un artículo publicado en The Guardian refleja el alarmante uso de drogas para hacerse “más inteligentes”, trabajar más, y poder pasar los cursos en las universidades de Gran Bretaña.

Modafinil: es un medicamento de venta libre sólo para la narcolepsia que el sitio web del NHS describe como "un estimulante del sistema nervioso central" que previene "la somnolencia excesiva durante el día". O usado sin prescripción médica, comprado a través de algún minorista farmacéutica off-shore, es lo que se conoce como una "droga inteligente". Todos los estudiantes que entrevisto el autor la han usado por lo menos en un par de ocasiones.

"No es que te hace más inteligente", dijo  un estudiante de historia. "Es sólo que te ayuda a trabajar. Puedes estudiar durante más tiempo. Nunca estas  distraído. Eres realmente feliz de ir a la biblioteca y ni siquiera quieres parar para el almuerzo. A veces son las 7 pm y uno y  todavía estás ahí.

El uso de Modafinil y tras drogas similares (Ritalin (metilfenidato), Adderall (mezcla de sales de anfetaminas), Dexedrine (dextroanfetamina), todas las cuales son para el trastorno de hiperactividad con déficit de atención (TDAH)) ha venido aumentando debido a que los estudiantes son mucho más  conscientes de lo que eran hace cinco años, del valor de obtener de su grado. El ambiente es sin duda ambicioso y competitivo y cada vez lo es más.

Siempre ha habido drogas, por supuesto. Cada generación ha tenido su narcótico de elección. LSD proporciona el telón de fondo de la expansión mental de los años 60 y la aparición de éxtasis en los últimos años 80 prometía un verano del amor. Pero este uso de medicamentos para trabajar más, para ganar una ventaja competitiva, para producir más, esto es nuevo, al menos en Gran Bretaña.


Articulo completo en ingles aquí: Students used to take drugs to get high. Now they take them to get higher grades.

martes, 3 de febrero de 2015

De la codicia como componente de la crisis

Alvin Reyes

Desde que se  inició el periodo de crisis en que ha entrado el capitalismo hace casi una década hemos estados escuchando montones de teorías sobre las causas, hemos visto las acusaciones a banqueros como los principales causantes, con sus prácticas especulativas. No somos economistas para tratar de hacer aquí una radiografía de la crisis pero queremos dejar destacado un elemento que no he escuchado a ningún economista tratar.

En el libro de Joseph Stiglitz El precio de la desigualdad el economista dice, refiriéndose a la burbuja tecnológica de los 90 “Una normativa inadecuada, una contabilidad deficiente y unas prácticas bancarias deshonestas e incompetentes también contribuyeron a crear la burbuja tecnológica. Es de sobra conocido que los bancos habían promocionado entre sus clientes acciones que sabían que eran «bodrios». La remuneración por «incentivos» proporcionó un aliciente a los máximos directivos para distorsionar su contabilidad, para declarar unos beneficios mucho mayores de lo que eran en realidad.” (Joseph Stiglitz. El precio de la desigualdad. 1 Ed. Libros Taurus. 2012. Pág. 139). O sea que los banqueros inflaron artificialmente el valor de esas acciones, acciones de compañías que eran “bodrios” y la vendieron ganándose un buen dinero por distorsionar el valor real de las empresas. Eso está clarísimo.

Ahora, por qué en todas las crisis surge un elemento especulativo? Por qué se infla el valor de un artículo, de una empresa, de una mina?. Para despertar en los demás, para despertar en nosotros la codicia. La codicia humana no es tema de análisis por parte de los economistas a quienes no les interesan las imperfecciones de la conducta humana. Todos los cálculos se hacen basados en modelos matemáticos que funcionan a la perfección mientras no lleguen las pasiones humanas y la codicia es una de la que ocupa los peldaños más bajos en la escala de valores.

Aquí en Dominicana de rato en rato somos testigos de estafas realizadas por empresas que prometen ganancias muy por encima del rendimiento real del mercado. Estas empresas después que ganan un montón de dinero se alzan con el santo y la limosna dejando detrás de ellos un grupo de personas estafadas y arruinadas. Pero no menos cierto es que estas personas, la mayoría, tenían su dinero invertidos en negocios que rentaban lo que pagaba  la media  del valor del dinero en ese momento y la codicia les impulsó a sacar sus inversiones de donde lo tenían soñando con multiplicarlo en poco tiempo.


Triste verdad de la condición del hombre pero las mayorías de nuestras acciones como seres humanos están la mayor de las veces motivadas por la codicia y el afán de dinero fácil, rápido y mucho. Y podemos concluir aquí citando a Roger Babson “El ciclo económico está en progreso hoy, como lo ha estado en el pasado. El Sistema de la Reserva Federal ha colocado los bancos en una posición firme, pero esto no ha cambiado la naturaleza humana. Las personas están especulando hoy como nunca en nuestra historia. Tarde o temprano llegará la caída y será terrible” 

martes, 27 de enero de 2015

MARCHA ATRÁS

Por Melvin Mañón

Pocos entenderán y aun menos estarán de acuerdo con lo que a continuación leerán, si es que lo hacen. No importa, ocurrirá de todas maneras. En realidad, está ya ocurriendo.

"En las postrimerías de esta centuria ha sido posible, por primera vez, vislumbrar como puede ser un mundo en el que el pasado ha perdido su función, incluido el pasado en el presente, en el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos, individual y colectivamente, por el trayecto de la vida ya no reproducen el paisaje en el que nos desplazamos y el océano por el que navegamos. Un mundo en el que no sólo no sabemos adonde nos dirigimos, sino tampoco adónde deberíamos dirigirnos.
Esta es la situación a la que debe adaptarse una parte de la humanidad en este fin de siglo y en el nuevo milenio”
Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, pag. 26 . (Crítica, Barcelona).

Tardé años en encontrar la respuesta. Cuando los animales se aventuran fuera de sus aguas, más allá del territorio que dominan,  los peligros se multiplican, la incertidumbre los abruma, hacia lo desconocido, la especie retrocede en busca de aguas y territorios conocidos. Los humanos, no somos ni seremos distintos y no pude darme cuenta antes de que, en la formulación misma del dilema planteado por Hobsbawn estaba contenida la respuesta.

Todas las crisis que hoy se dan cita en cada país, sin excepción, se caracterizan por no tener solución conocida.  La recesión económica, la locura colectiva, el desenfreno social, las mil y una dolencias físicas y mentales de esta humanidad, el calentamiento global, la violencia, los grandes cambios demográficos, ni la bancarrota de los partidos, gobiernos y políticos tienen solución.  La certidumbre de esta ausencia abruma a millones de personas, desencanta, confunde, desmoraliza y aturde. Tanto el experto como el lego se dan cuenta, cada uno a su nivel de que el progreso, la prosperidad, la modernidad, el consumo y el estilo de vida actual, como los conocemos hoy, no tienen manera de continuar porque, no son económica, ecológica ni socialmente  viables. El futuro ahora es una bruma impenetrable.

Haremos como los animales, empezaremos a recorrer nuestros propios pasos, con timidez, desgano, resignación y no sin cierta resistencia, pero lo haremos no porque haya sido una elección sino y justamente porque no había posibilidad de elegir. Es solamente cuestión de tiempo y no mucho.

La humanidad no se suicida aunque su conducta depredadora sea capaz de crear las condiciones para el suicidio. Me refiero al acto voluntario y producto de una decisión no a las consecuencias inadvertidas e indeseables del accionar humano. El futuro, como continuación del pasado reciente se acabó. Nuestra única posibilidad de supervivencia como pueblo, como humanidad y como especie será la de adaptarnos a un mundo cada vez mas hostil, cambiante, impredecible;  encontraremos menos de todo. Vamos de regreso a recorrer algunos de nuestros propios pasos porque es la única dirección posible que empezará a resurgir haciéndose evidente, visible, a medida que este mundo absurdo se desmorona.

Como los autos que un día rompen la transmisión en cualquier sitio y quedan paralizados, esta sociedad rompió la transmisión en algún punto del desierto. La humanidad tendrá que decidir si se aventura a cruzarlo sin saber hasta donde llega ni que parte ha recorrido o si, tras superar el escollo y la imposibilidad, decide devolverse y yo, por primera vez, no tengo dudas de que la humanidad, sin desmedro de la conducta de algunos locos, va a decantarse por devolverse aunque…… lo hará sin percatarse de que ese regreso  puede ser infinito….  En vez de ser mas ricos, gastar mas en lujo, consumir una tajada mayor de la prosperidad adquirida con el desarrollo científico y tecnológico los que tienen dos autos se quedarán con uno, los de motocicleta descenderán a bici y los de esta, caminarán a pie. La Ley degradada por el abuso dejará espacio al regreso de la costumbre y del derecho consuetudinario; la educación regresará al hogar tras la bancarrota de la escuela pública, el confort derivado de la automatización, perdido y estrangulado, dará lugar a una nueva humanidad obligada a emplear el tiempo en manualidades de regreso al trabajo, la naturaleza y la tierra. Al final, la población rural, que no ha cesado de disminuir en los últimos 100 años empezará a aumentar; lo manual y mecánico será revalorizado a expensas de lo automático y lo electrónico. Será así o será el acabose. Como la famosa canción de REM un grupo norteamericano de finales del siglo pasado, la misma época a la que se refería Hobsbawn: “It´s the end of the World as we know it, and I feel fine” (Es el fin de este mundo que conocemos y me parece genial)

viernes, 16 de enero de 2015

EL CULTO DEL CONFORT

Por José Manuel Perez Rivera. Publicado originalmente en La escuela de la vida
En su obra “El redescubrimiento de América”, Waldo Frank, después de describir los dioses y cultos del poder, incluyó un capítulo titulado “Vivamos confortablemente”. Las ideas que allí expone han estado  flotando en mi mente hasta que han encontrado otros pensamientos análogos de cuya unión ha brotado una explicación razonable a algunos fenómenos tan característicos de nuestro tiempo como el individualismo, el parasitismo y el infantilismo. El elemento aglutinante de las ideas que pululan por uno de los rincones de mi mente, donde la corriente del pensamiento las ha arrastrado, es el poder. Según Frank, parte inseparable de toda vida dedicada al poder es el culto del confort.
El confort, en sus orígenes, fue un medio para contrarrestar el cansancio provocado por las duras jornadas de trabajo de las personas dedicadas a la explotación y cultivo de los recursos naturales. No tardó demasiado tiempo en convertirse en un fin en sí mismo y un valor en alza. Si el poder fue una estrategia para hacer frente a las difíciles condiciones de un medio natural y cultural hostil, pronto se dirigió de manera exclusiva a la satisfacción del deseo de confort. Waldo Frank compara este proceso a la segunda ley de la termodinámica, la entropía. En opinión de este pensador, al igual que la energía del movimiento posee la tendencia dominante a convertirse en calor, “en el hombre, la energía del poder fluye hacia la necesidad del confort. Esta entropía psicológica no puede ser revertida. El poder, con sus grados de cansancio, esterilidad, vacuidad interior y pasividad, se orienta hacia el anhelo de confort. Más dicho anhelo no produce nuevo poder. El hijo del hombre dotado de poder es con frecuencia un buscador de confort; pero la consecuencia de su culto ya no será el poder”.  Como consecuencia de este fenómeno entrópico, “el poder acabará, pues, por criar una raza tan impotente que carezca hasta de los medios para buscar el confort”. Y esto es precisamente lo que está sucediendo.
En el libro “El pentágono del poder”, Lewis Mumford dedica un apartado, -desde su visión organicista-, a los dos modos básicos de interrelación que se dan en la naturaleza: el parasitismo y la simbiosis. En el capítulo titulado “la amenaza del parasitismo” advierte que el sistema capitalista se mantiene en buena parte gracias a una serie de sobornos, en forma de seguridad, aparente prosperidad y aumento del ocio, que tiene como correlato el incremento de las formas de parasitismo. El soborno del que habla Mumford es aquel por el cual la megatécnica, a cambio de su aceptación incondicional, aporta a sus beneficiarios una vida sin esfuerzos, una vida confortable, a partir del disfrute de “una plétora de mercancías prefabricadas, obtenidas mediante un mínimo de actividad física, sin sufrir dolorosos conflictos ni penalidades: la vida pagada a plazos, por así decir, pero con una tarjeta de crédito sin fondos, y con una cláusula final –la náusea existencial y la desesperación- que solo podrá leerse en la letra pequeña”.
Para acreditar sus comentarios sobre el parasitismo Mumford aludía en su obra a los estudios pioneros de Curt P. Richter, iniciador de los estudios sobre los ritmos biológicos y padre de la Psiconeuroendocrinología. Richter comparó las características de la domesticación de las ratas con las que produce el “Estado de Bienestar”: excesos en la alimentación, ausencia de situaciones peligrosas, confort doméstico, acondicionamiento del clima, etc. A partir de sus estudios científicos percibió unos males semejantes, -de los observados en las ratas-, en una población humana excesivamente protegida. Según relataba Mumford, los estudios Richter apuntaban a una relación estrecha entre la sobreprotección en la “sociedad afluente” (término acuñado por K.Galbraith) y “la incidencia cada vez mayor de la artritis, enfermedades de la piel, diabetes y dolencias circulatorias; mientras que el riesgo de que aparezcan tumores se ha agravado, al parecer debido a una excesiva secreción de hormonas sexuales. No menos llamativo es el agotamiento de la vitalidad y el incremento de desórdenes psíquicos y neuróticos”. Parte de estas observaciones han sido confirmadas por ulteriores trabajos como los de Edward T. Hall, en su obra “la dimensión oculta”.

Los efectos psíquicos de una vida cada día más tendente a la ausencia de pensamiento, esfuerzo e interés humano son evidentes: el infantilismo o la senilidad prematura. Uno de los más eminentes psicólogos que ha dado la historia, el norteamericano William James, proclamó “que los sufrimientos y las penurias, por lo general, no consiguen mermar el amor a la vida; por el contrario, se diría que acentúan su valor. La fuente suprema de la melancolía es el hartazgo. Lo que nos espolea es la necesidad y la lucha; la hora de nuestro triunfo es la que nos trae el vacío”. Llevado por esta idea, Mumford hizo esta reflexión: “cuando ya no son necesarios ni el esfuerzo físico, ni la tensión, ni el peligro, ni el rigor para ganarse la vida, ¿Qué es lo que mantendrá sano al hombre moderno?.
Los peligros de la sobreprotección que lleva a cabo el llamado “estado del bienestar” fueron ya percibidos por uno de los primeros y más brillantes analistas políticos, Alexis de Tocqueville. En su conocido libro “la democracia en América”, incluyó el siguiente comentario sobre el Estado: “…por encima se alza un poder inmenso y tutelar que se encarga exclusivamente de que sean felices y de velar por su suerte. Es absoluto, minucioso, regular, previsor y benigno. Se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, no persigue mas objeto que fijarlos irrevocablemente en la infancia (el subrayado es nuestro); este poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Se esfuerza con gusto en hacerlos felices, pero en esta tarea quiere ser el único agente y el juez exclusivo; provee medios a su seguridad, atiende y resuelve sus necesidades, pone al alcance sus placeres, conduce sus asuntos principales, dirige su industria, regula sus traspasos, divide sus herencias, ¿no podría librarles por entero de la molestia de pensar y del trabajo de vivir?”.
Autores actuales como Feliz Rodrigo Mora, en su “Giro estatolátrico. Repudio experiencial del Estado de bienestar”, son extremadamente críticos con los sobornos que nos prestan la tecnología y los estados a cambio de fomentar la desintegración moral y la apatía general en la sociedad. Todo indica que hemos perdido de vista que “si el interés suscita el esfuerzo, el esfuerzo estimula a su vez el interés” (Mumford dixit). Así que no podemos menos que escandalizarnos cuando lejos de fomentar la cultura del esfuerzo entre nuestros conciudadanos, tanto jóvenes como adultos, el Estado ejerce un paternalismo de consecuencias atroces para la propia salud física y psicológica de sus “beneficiarios”.
La ansiosa búsqueda del confort, promovida y alentada por el capitalismo, en su interés de hacer crecer la economía mediante el fomento del consumismo, ha sido clave para el reforzamiento del sentimiento individualista. Hasta mediados del pasado siglo, según describe Eric Hobsbawm en su magnífica “Historia del siglo XX”, el “nosotros” predominaba sobre el “yo”. Y en parte era así por la falta de confort. Según narra este enorme historiador, “la vida de la clase trabajadora tenía que ser en gran parte pública, por culpa de lo inadecuado de los espacios privados…Los amas de casa participaban en la vida pública del mercado, la calle y los parques vecinos. Los niños tenían que jugar en la calle o en el parque. Los jóvenes tenían que bailar y cortejarse en público. Los hombres hacían vida social en “locales públicos”. 

  La irrupción de la televisión en el hogar, en opinión de Hobsbawn, “hizo innecesario ir al campo de fútbol, del mismo que la televisión y el video han hecho innecesario ir al cine, o el teléfono ir a cotillear con las amigas en la plaza o en el mercado”. De modo que  “la prosperidad y la privatización de la existencia separaron lo que la pobreza y el colectivismo de los espacios públicos habían unido”. Este divorcio con el espacio público, tanto en el sentido figurado como en el físico,  ha derivado en una relación irreconciliable. La pereza domina nuestra vida pública y privada. Rehuimos cualquier llamada a la acción. Tal y como dejó por escrito Lewis Mumford en “Técnica y Civilización”, “demasiado aburrida para pensar, la gente leía; demasiado cansada para leer, podía ir al cine; incapaces de ir al cine, podían encender la radio”. Hoy día, son muchos los hogares que tienen varios televisores en la casa, conexión de Internet y un móvil para cada uno de los miembros de la familia. Es cierto que no todos gozan de esto privilegios, pero sí es la aspiración general de todos los miembros sociedad.  Contando con todas estas comodidades en el hogar, ¿A quién le apetece salir a una asamblea ciudadana o, simplemente, ir al parque con los niños?. Uno de los pocos motivos que movían a la gente a salir era hacer la compra y hasta esto se puede hacer ya por Internet. ¿A dónde nos conduce este paraíso del confort?.
Llegados a este punto, tenemos que cuestionarnos si nuestro anhelo de confort consigue el confort que tanto ansiamos. Desde luego, no parece que lo consigan todos los artilugios que el mercado nos incita a adquirir de manera compulsiva. Al menos no el confort interno. Si, como lo define Waldo Frank, el confort es una armonía entre las fuerzas del cuerpo y las del exterior, una armonía sentida, esto significa que el factor determinante reside dentro del hombre. En palabras del propio W.Frank, “la condición esencial para conseguir confort es tener el freno en nosotros mismo”. A modo de ejemplo, comentaba este pensador norteamericano, que “un hombre que habite en un cuarto del Hotel Ritz no podrá sentirse confortable si le duelen las muelas; en cambio, con los nervios en equilibrio puede sentirse confortable en un granero…”. Tomando como referencia esta definición y su ejemplo demostrativo, todos deberíamos tener claro que “no se puede conseguir el confort mediante aplicaciones prácticas, y cuanto más complejas sean las fuerzas externas que nos acosan, tanto más fuerte tiene que ser el freno interno que asimile dichas fuerzas y las armonice en este ritmo subjetivo que es el confort”.
            Si de verdad queremos alcanzar el confort no nos queda más remedio que cambiar de camino. Un camino que solo es posible transitar si somos capaces de desarrollar la capacidad de autocontrol, autoexamen y autoconocimiento. Tenemos que ampliar nuestro sentido de la compresión, cuyos medios más eficaces son la literatura, el arte,  el ocio estudioso, todas aquellas actividades capaces de satisfacer las necesidades superiores del ser humano. Gracias a estos medios puede el hombre, según Frank, “contemplarse a sí mismo y contemplar su relación con el todo de la vida, que le dota de la sabiduría suficiente para equilibrar las fuerzas hostiles”. Unos medios a los que debemos exigir que se adapten al sentido de la verdad y de la totalidad, y no limitarse, como hacen ahora, a calmar nuestros nervios o nuestra vanidad.