sábado, 28 de enero de 2012

Cincuenta años y millones de píldoras después


Por Christian Ferrer. publicado en www.revista-artefacto.com.ar

La comercialización de la píldora anticonceptiva al gran público, iniciada en junio de 1960 en los Estados Unidos, transformaría, en apenas cincuenta años, el destino de la procreación, la pareja, la familia, el orgasmo, e incluso el de los futuros jubilados, al menos en Occidente. No es poca cosa y los beneficios de la así llamada “Revolución Sexual” ya son manifiestos. Si los burócratas que por entonces se encargaban del “control poblacional”, alarmados por el tic-tac de la “bomba demográfica” del Tercer Mundo, imaginaron a esa pastilla como parapeto ante la propagación indiscriminada de la especie, pronto descubrirían que concedía a las mujeres del Primer Mundo un poder inédito sobre sus cuerpos y a las nuevas generaciones una nueva experiencia del sexo, inmunizado ahora contra el miedo al embarazo fortuito y a la deshonra pública. Por una vez, aparentemente, la moralina mordía el polvo. Se ingresaba en la era del derecho natural al goce, una demanda libertaria.

Este medio siglo de “proceso de transición” disolvió, del deseo, su aura pecaminosa, anclándolo en cambio en el ámbito de la salud emocional estandarizada, una nueva exigencia a la que muchísimas voces permisivas trompetean desde púlpitos laicos. Si antes el deseo despatarrado era signo de la presencia del mal, ahora es síntoma de buen comportamiento. Norma universal, tarea para el hogar. Un devenir algo irónico, no barruntado y seguramente no querido, pero sucede que ninguna época es capaz de adivinar su suerte próxima. Por ejemplo, a nadie se le ocurrió que una baja pronunciada de la tasa de natalidad, sumada a una mayor expectativa de vida, conduciría inevitablemente a poner en crisis el financiamiento futuro de las cajas jubilatorias. Quizás un posible subsidio estatal al consumo de viagra compense el imprevisto.

Tampoco se sabía entonces que la juventud, un emblema de cambio de aquellos años, devendría en “juvenilismo”, un atributo de poder, ni que éste mismo, superpuesto al atractivo corporal, daría origen a un novísimo marcador de diferencias sociales que no depende del puesto, el rango o la fortuna sino de la captura de la vista, puesto que una imagen vale por mil palabras. Un “diferenciador social” distribuye a las personas en distintas posiciones de reconocimiento, influencia y poderío, de modo que la posesión de juventud y belleza –o bien su apariencia– se ha convertido en un pertrecho conveniente si se pretende escalar por el otro diferenciador social por excelencia, el que calibra la profusión o la privación de riqueza.

Esos diferenciadores inciden dramáticamente sobre las actuaciones personales en el mercado del deseo, cuyos límites y posibilidades se han ampliado como nunca antes en la época moderna debido a la costumbre de la separación y el divorcio, a la extensión de la ejercitación sexual hacia la pubertad y la longevidad a la vez, y a la búsqueda de aprobación visual de parte de conocidos y desconocidos. El cortejo, que es siempre competencia de plumaje, también es mascarada –viejo tema burgués– y se ha vuelto más competitivo y fuente de ansiedad a toda edad, quizás porque la institución de la pareja romántica ha demostrado ser menos plástica y recombinante que la de la familia, bastante bien amoldada a la época.

La utopía sexual de la década de 1960 ambicionaba una autarquía moral en cuestiones de sexo, pero la píldora anticonceptiva, su pasaporte al mundo de las mil y una noches, encontró una inesperada contraindicación, el imperativo de la “buena presencia”. Para compensar la posición desfavorecida de todos aquellos que no dan la talla, las industrias del ajuste corporal vienen ofreciendo un servicio de transfiguración a base de cirugía, dietética, farmacología, gimnástica y sexología. Por cierto, eso supone esfuerzos enormes alejados de todo placer y algunos no carentes de riesgo. Pero eso importa poco a quienes envidian a las crisálidas y ansían una metamorfosis equivalente. No obstante, la vida posterior de las mariposas es efímera y no pocas de ellas culminan sus días clavadas y amortajadas detrás de un vidrio. Así, lentamente, las vemos pulverizarse, sin advertir que estamos contemplándonos en un espejo.

¿Está listo para mostrar toda su vida en Facebook?


Por Anahi Aradas en BBC Mundo

Una buena parte de usuarios de Facebook parecen estar preocupados por el inminente cambio de formato de la red social Facebook, conocido como "línea del tiempo", según indica un sondeo de la empresa de seguridad Sophos.

Esta nueva configuración permitirá mostrar todo lo que una persona ha hecho en la red social desde que se hizo miembro, a través de un menú que se desplegará cronológicamente.

Además, aplicaciones automáticas revelarán, por ejemplo, cuál fue la última canción que se escuchó en Spotify o los artículos que leyeron sin ni siquiera apretar el botón "Me gusta" o "Compartir".

Pero según Sophos, lo más grave es que el nuevo sistema podría facilitar la labor de potenciales ladrones o acosadores.

Toda tu vida Facebook

"Es la historia de tu vida y un modo completamente nuevo de expresarte" explicó durante el lanzamiento del nuevo formato el fundador de Facebook Mark Zuckerberg, quien dijo estar convencido de que la gente quiere compartir su vida entera con los demás.

Pero esto contradice los resultados de la encuesta que Sophos llevó a cabo entre un total de 4.100 usuarios en todo el mundo.

Según se detalló, el 51% dijo está "preocupado por la línea de tiempo de Facebook" y un 32,36% dijo "no saber por qué sigo en Facebook", frente a un 8,39% que opinó que "terminarían acostumbrándose" y el 7,96% que dijo que les gustaba.

Una semana para redimirse

"Salir de Facebook no es para todo el mundo. Algunos tienen una embarazosa adicción al sitio"

Dijo Graham Cluley, director de tecnologia de Sophos

Aunque hasta el momento la adopción del nuevo formato ha sido opcional, voceros de Facebook anunciaron que para fines de enero "todo el mundo tendrá la línea del tiempo".

Una vez incorporado el nuevo formato el usuario dispondrá de una semana para revisar lo que hay dentro y hacer sus modificaciones.

Pero este cambio, avanzó Graham Cluley, director de tecnología de Sophos, podría ser toda una reveladora experiencia para todos aquellos que no se han dado cuenta de cuánta información personal llegamos a colgar en la red social.

"La línea de tiempo será un llamado de atención para algunos sobre cuán ligeramente han compartido información en el pasado. En mi caso, fue el catalizador para examinar mi relación con Facebook, así que cerré mi cuenta", dijo en un comunicado.

Privacidad y seguridad

Según Cluley, el nuevo formato de Facebook es una oportunidad para "limpiar" nuestras cuentas.

A principios de este año, la BBC invitó a Cluley a hablar de su renuncia a Facebook en su blog de invitados.

"He estado pensando en abandonar Facebook por un tiempo", confesó, "pero como alguien que habla de la importancia de la privacidad y seguridad en internet, resulta incongruente usar un servicio que siento no puedo manejar de forma apropiada".

En su texto, que afirmó es "estrictamente personal" y no tiene que ver con las posturas de Sophos, Cluley criticó que Facebook tienda a "erosionar la privacidad de sus miembros sin preguntar antes".

No obstante, confesó "salir de Facebook no es para todo el mundo. Algunos tienen una embarazosa adicción al sitio, quieren dejarlo pero sienten que no pueden porque muchos de sus amigos están ahí y creen que se perderán algo".

"Pero si alguien quiere hacerlo", recordó, "mejor borrar la cuenta que desactivarla", ya que según dijo Facebook "quiere desesperadamente retener tus datos, ya que les permite diseñar su publicidad, así que cuando quieres irte intenta que la desactives en lugar de borrarla".

Desactivar una cuenta, explicó, la deja simplemente "congelada", invisible para el mundo exterior, pero la información sigue ahí.

¿Hora de limpiar Facebook?

De acuerdo al informe de Sophos, a medida que Facebook se acerca a los 1.000 millones de usuarios, aumenta también su atractivo para los cibercriminales, que suelen bombardear la red social con programas maliciosos (malawares), aplicaciones falsas o trucos para robar identidades.

Pero más allá de estas amenazas, está la de los delincuentes que pueden usar esta información para llevar a cabo agresiones en el mundo real, como ladrones, secuestradores o acosadores.

"Es una oportunidad para evaluar qué se comparte", finalizó Cluley, "es el momento de limpiar tu cuenta de Facebook y la lista de amigos, y asegurarte de que sólo compartes lo que quieres compartir y con quien quieres compartirlo".

"Al fin de al cabo, una página que tiene detalles de tu vida, gustos y amores, es oro para los tramposos".

Relacionados:


Soledad masificada

Facebook y el mundo liquido

jueves, 26 de enero de 2012

Asocian el uso creciente de teléfonos celulares con internet con un aumento en los niveles de estrés


publicado en: Rosario3.com

Investigadores del departamento de psicología de la Universidad de Worcester, en Inglaterra, señalaron que revisar compulsivamente los smartphone para mantenerse al día con las amistades y las "novedades" de las redes sociales provoca ansiedad.

"Los smartphones se usan cada vez más para ayudar a las personas a afrontar distintos aspectos de sus vidas", comentó el autor del estudio Richard Balding. "Pero mientras más los usamos, más dependientes nos volvemos de ellos, y en realidad aumentamos el estrés en lugar de aliviarlo", destacó el psicólogo.

Para explorar cómo el uso de iPhones, Androids, Blackberries y otros dispositivos portátiles parecidos podría elevar el estrés, Balding y equipo condujeron pruebas psicométricas de estrés en más de cien participantes, que incluían estudiantes universitarios, dependientes de tiendas y empleados del sector público.

Los autores hallaron que las personas adquieren estos teléfonos inicialmente para manejar mejor sus obligaciones laborales. Sin embargo, a su vez notaron que los usuarios eventualmente terminan cambiando a interacciones más personales en los smartphones, cambiando el uso laboral por el deseo de mantener el control sobre la red social virtual.

A medida que este patrón de uso se acrecienta, también lo hace el estrés, observaron los investigadores. Y hay más información al respecto: mientras más frecuentemente revisa alguien un teléfono por motivos personales, más aumenta el estrés.

En los casos extremos, la presión de mantenerse en contacto puede volverse extrema, hasta tal punto que los usuarios más estresados perciben alertas (por ejemplo, a través de las vibraciones del teléfono) que no existen.

"Claro que mantenerse conectado es bueno", reconoció Balding. "Pero todos necesitamos un descanso. Algo de tiempo privado. De otra forma, hay un riesgo de que el estrés y la tensión que se acumulan por mantenerse conectado terminen teniendo un impacto negativo sobre las relaciones".

Sonja Lyubomirsky, profesora de psicología de la Universidad de California en Riverside, dijo que aunque las observaciones le parecieron "razonables", se necesita más trabajo para establecer una verdadera causalidad.

"Quizás las personas que ya están estresadas y neuróticas sean más propensas a revisar sus teléfonos compulsivamente en primer lugar, tal vez las personas que tienen niveles altos de estrés son las que necesitan tener sus teléfonos encendidos todo el tiempo", apuntó. "Necesitamos ver qué lo causa realmente".

"Por supuesto, muchas investigaciones muestran que realmente vivir en el momento hace a las personas más felices", señaló Lyubomirsky. "Y claramente es menos probable que disfrutemos del momento si estamos revisando el teléfono. Pero al mismo tiempo, no siempre es malo. Me ahorra tiempo. Hace que mantenerse en contacto sea más fácil, y permite hacer varias tareas a la vez. Hay muchas personas que pueden sentir placer al enviar un correo electrónico de agradecimiento a alguien, o al buscar información en internet. Lo que importa es cómo se usa el teléfono, no el teléfono en sí".

Debido a que este estudio se presentó en una reunión médica, sus datos y conclusiones deben ser considerados como preliminares hasta que se publiquen en una revista revisada por profesionales.

lunes, 23 de enero de 2012

COMO HACEN LOS PÁJAROS


Aqui les dejo otro capitulo del libro 44 cartas desde el mundo liquido de Zygmunt Bauman (reseña)

«Twitter» es la palabra inglesa para es el sonido que emiten los pájaros cuando gorjean. Y, como bien saben los expertos en la vida de las aves, el gorjeo desempeña dos funciones de apariencia contradictoria, pero igualmente esenciales en la vida de estos animales: les permite mantenerse en contacto (es decir, evita que se pierdan o pierdan de vista a sus parejas o al resto de la bandada) e impide que otras aves, en particular otras de la misma especie, transgredan el territorio del que se han apropiado o pretenden apropiarse. El gorjeo no transmite ningún otro mensaje, por lo que sus «contenidos» (aunque los hubiera, cosa que no ocurre) serían irrelevantes; lo que cuenta es que el sonido se emita y (con un poco de suerte) alguien lo oiga.

No sé si Jack Dorsey, que fundó el sitio web denominado Twitter en 2006, cuando todavía era estudiante, se inspiró en una costumbre con millones de años de antigüedad en el mundo de las aves. Pero los 55 millones mensuales de visitantes de su sitio web parecen haber adoptado esa costumbre, consciente o inconscientemente. Y al parecer han descubierto que les resulta bastante útil para sus fines y necesidades. Según calculó Peder Zane, del diario News and Observer, el 15 de marzo de 2009, el número de usuarios de Twitter se incrementó durante el último año en un 900 por ciento (mientras que el número de usuarios de Facebook, según la Wikipedia, sólo creció un 228 por ciento). Los administradores del sitio web de Twitter invitan a los nuevos visitantes a que se integren en el ejército de 55 millones de usuarios actuales, señalando que «Twitter es un servicio para que los amigos, la familia y los compañeros de trabajo se mantengan conectados mediante el intercambio de respuestas rápidas y frecuentes a una sencilla pregunta: ¿Qué haces?». Las respuestas, como seguramente sabrá, no sólo deben ser rápidas y frecuentes, sino fáciles de digerir, esto es, muy compactas y breves (al igual que las melodías del gorjeo), con un máximo de 140 caracteres. De modo que la respuesta que se puede twittear en Twitter no será mucho más que «estoy tomando una pizza de cuatro quesos» o «estoy asomado a la ventana» o «tengo sueño y me voy a dormir » o «estoy muerto de aburrimiento». Por cortesía de la administración de Twitter, la notoria reticencia y la bochornosa torpeza para comunicar los motivos y objetivos de nuestros actos, o los sentimientos que los acompañan, dejan de ser un impedimento y ascienden a la categoría de virtud. Lo que se nos dice y se nos da a entender —a nosotros y a otras personas como nosotros— es que lo único que importa es saber y comunicar lo que hacemos en este momento o en cualquier otro; lo que importa es «estar a la vista». Por qué lo hacemos y qué pensamos, a qué aspiramos, con qué soñamos, qué disfrutamos o lamentamos cuando lo hacemos, o incluso las demás razones que nos indujeron a twittear en Twitter, al margen del deseo de manifestar nuestra presencia, son aspectos que carecen de relevancia.

Una vez sustituido el contacto cara a cara por la modalidad «pantalla a pantalla», las que entran en contacto son las superficies. Por cortesía de Twitter, el surf, el medio de locomoción preferido en esta vida presurosa donde las oportunidades surgen en un instante y al instante desaparecen, ha alcanzado también la comunicación interhumana. Lo que se resiente, como consecuencia, es la intimidad, la profundidad y la durabilidad de la relación y los vínculos humanos.

Los promotores y entusiastas de los «contactos» más rápidos, fáciles y poco problemáticos (o, más exactamente, de la reconfirmación de «estar en contacto») intentan convencernos de que los beneficios compensan con creces las pérdidas. En el apartado de «usos» (del tweeting) averiguamos, por ejemplo, a través de la Wikipedia, que «durante los atentados de Bombay de 2008 los testigos enviaron unos ochenta tweets cada cinco segundos mientras se desarrollaba la tragedia. Los usuarios de Twitter presentes en el lugar de los hechos contribuyeron a elaborar una lista de muertos y heridos»; que «en enero de 2009 el avión del vuelo 1549 de US Airways, como consecuencia de múltiples impactos de aves, hizo un amerizaje forzoso en el río Hudson poco después de despegar en el aeropuerto de La Guardia, en la ciudad de Nueva York. Janis Krums, pasajero de uno de los transbordadores que acudieron para ayudar, sacó una fotografía del avión caído mientras los pasajeros lo evacuaban y la envió a través de TwitPic antes de que los medios tradicionales llegasen al lugar»; o que «en febrero de 2009 la organización australiana Country Fire Authority recurrió a Twitter para enviar periódicamente alertas y noticias de última hora en relación con los incendios forestales acaecidos en Victoria en 2009». No obstante, la exposición de los casos anteriores es como un intento de convencer de los beneficios universales de la lotería a los potenciales compradores, publicando de vez en cuando los retratos sonrientes de los pocos afortunados a los que les ha tocado el bote, sin mencionar a los millones de perdedores frustrados…

Asumámoslo: la repercusión de la tecnología cambiante de la comunicación humana es como los logros de la economía dirigida por los bancos, donde las ganancias tienden a privatizarse, mientras que las pérdidas se nacionalizan. En ambos casos, el «daño colateral» tiende a ser desproporcionadamente más extenso, profundo e insidioso que los raros beneficios esporádicos.

Existe, sin embargo, un beneficio diferente, mucho más extenso, que parece ser el principal atractivo del uso del sitio web de Twitter. Desde hace cierto tiempo, la famosa «prueba de la existencia» de Descartes, «Pienso, luego existo», ha dado paso a una versión adaptada a nuestra era de la comunicación masiva: «Me ven, luego existo». Cuanta más gente me ve (o tiene la opción de verme), más convincente es la prueba de mi existencia…Este modelo lo establecieron los famosos. No se mide el peso y la relevancia de los famosos por la importancia de lo que han hecho o por el peso de sus hazañas (además, no es posible evaluar adecuadamente dichas cualidades ni confiar en los criterios que nos llevan a formarnos una opinión al respecto); lo que es seguro es que los «famosos» importan sólo por la preponderancia de su presencia: millones de personas tienen que verlos y contemplarlos en los quioscos, en las portadas de los diarios sensacionalistas y de las revistas de papel cuché, en las pantallas de televisión… Si tanta gente los observa, sigue sus pasos, escucha todos los cotilleos sobre sus últimas proezas, diabluras y travesuras, habla de ellos, entonces «algo tendrán». ¡Tanta gente no puede equivocarse a la vez! Como lo resumió memorablemente Daniel Boorstin: «El famoso es una persona conocida por su celebridad». ¿Conclusión (no necesariamente cierta, pero creíble en cualquier caso)? Cuanto más twittee, cuanta más gente visite el sitio donde se publica mi tweet más probabilidades tendré de engrosar las filas de los famosos. Como sucede en el caso de estos últimos, resulta irrelevante el contenido de mi tweet. Al fin y al cabo, lo que leemos y oímos sobre los famosos suele ser la última noticia acerca de sus desayunos, citas, aventuras sexuales y compras. Y dado que el peso de la presencia de una persona en el mundo se mide por su «celebridad», mi tweet es también un modo de incrementar mi peso espiritual (una suerte de dieta a la inversa, siendo la dieta el método para reducir el peso corporal).

O eso parece, al menos. Puede que todo sea una ilusión, pero para muchos de nuestros contemporáneos es una ilusión agradable. Les resulta agradable a aquellas personas formadas e instruidas para creer que la relevancia del individuo proviene de su visibilidad, pero que tienen vedado el acceso al papel cuché y a los diarios sensacionalistas donde radica el poder real para dividir a la gente entre los «vistos» y los «invisibles», así como para mantenerlos en el lado «visible» de la línea divisoria. Twitter es para nosotros, para la gente corriente, mientras que las portadas de las revistas semanales y mensuales de papel cuché son para los pocos proclamados como extraordinarios. Nuestro tweet es como una réplica del esplendor de una boutique de alta costura en una tienda de barrio: el sustituto de la equidad para los desfavorecidos. A quienes tienen que comprar en la tienda de barrio, el tweet de Twitter les mitiga el dolor de la humillación causada por la inaccesibilidad de las tiendas exclusivas




Tomado de "44 cartas desde el mundo liquido" de Zygmunt Bauman. Editorial Paidos. Ed 2011.

domingo, 22 de enero de 2012

!QUE DESASTRE MUMFORD¡ !QUE DESASTRE¡

Por Melvin Mañon en fines.org.do

“La presión de la actualización tecnológica es enfermiza. No conlleva un aumento del placer o de la belleza. Se crean obras difíciles de entender e imposibles de manejar, que nadie puede experimentar sin haber antes leído el concepto y las instrucciones del artista. No entretienen ni interesan a la gente, tan sólo les hacen pensar que su conexión es lenta, su ordenador viejo y sus conocimientos insuficientes”.
Olia Lialina, una artista rusa pionera del net.art

Los mayores, los viejos y los ancianos fueron siempre venerados, respetados y cuidados en todas las sociedades de la antigüedad y aun en buena parte del siglo XX. Eran depositarios del conocimiento, de la experiencia, de la historia, de las artes y de la continuidad de la especie. Ellos trasmitían por vía oral el conocimiento y la cultura y así mismo, en algún momento, se les encomendaba el cuidado de los niños. Ahora, los viejos y los ancianos son un estorbo frecuentemente costoso, un mueble viejo, pasado de moda y obsoleto, la gente no sabe en que parte de la casa ponerlo y cuando pueden, evitan enseñarlos como hacían antes las familias con sus bastardos, homosexuales o minusválidos.

Los jóvenes, ahora ocupan el lugar que antes tuvieron los mayores, viejos y ancianos; se les glorifica y se les atribuyen virtudes de las que carecen, destrezas transitorias y potencial equívoco. Los jóvenes de hoy son evaluados y contratados en el mercado de trabajo por el potencial que el empleador aprecia y no por la experiencia o credenciales que tenga. Pero esta no es toda la historia. Los jóvenes decodifican para los viejos los trucos y las mañas de los amuletos modernos, notablemente, computadoras de todo tipo. Esta función consagra el papel de los jóvenes como maestros de la superchería tecnológica y acrecienta la influencia que tienen sobre los mayores y los viejos; tanta en verdad y tan inaudita que los ha vuelto insoportablemente engreídos, hedonistas y arrogantes.

El estatus de prestigio de los jóvenes, su cotización social y profesional está relacionada con dos hechos fundamentales de la modernidad: tendencias y sexualidad.

En el disco duro de los ordenadores o en las bibliotecas y museos, reposan los archivos y la “memoria” de todos los avances de la humanidad así como los programas claves para decodificar el futuro, por lo tanto, la sociedad entiende que no necesita la cabeza de sus viejos para accesar a esa memoria y ciertamente no para aproximarse al futuro.

En el ámbito de las destrezas acontece algo similar. La máquina ha sustituido al artesano y al artista. Ya no es necesario esperar que el zapatero, el orfebre, el hojalatero, el ebanista, carpintero etc. con los años, adquiera destrezas, madure y gane dominio del oficio.

Cuando se trata de la salud, una de las artes más antiguas e importantes, tampoco se necesita a los viejos porque sus antiguas destrezas en el dominio de las hierbas, los brevajes y las pociones han sido desbordadas con éxito, y desde hace tiempo, por la medicina que descansa en la tecnología avanzada de diagnóstico y tratamiento incluso antes de que las corporaciones farmacéuticas se adueñaran del negocio e incursionaran masivamente en el fraude.

En materia agrícola, dentro del llamado mundo subdesarrollado, la agricultura tradicional, destrezas y experiencias de los viejos juegan su papel. En todos los demás, la mecanización, el manejo de semillas y el uso de agroquímicos se han impuesto aunque no necesariamente con los mejores resultados. Derivado de lo anterior, alimentación y salud muestran por todas partes los cicatrices de la lucha entre lo tradicional y lo moderno; la comida basura fija sus fronteras no tanto a partir de la edad, sino de la distancia de la gente a los centros de gravedad de las metrópolis. Viejos y jóvenes, en el campo comen a la antigua. Viejos y jóvenes en la ciudad comen chatarra.

La función de los antiguos astrónomos, geógrafos y matemáticos fue reemplazada hace tiempo por la máquina calculadora y luego por las computadoras con sus telescopios gigantes, sus cálculos avanzados y sus programas. La máquina, de la que hablaba Lewis Mumford, reemplaza la cultura y se hace ella, a sí misma, otra cultura. De la misma manera que los jóvenes acuden a un teléfono celular capaz de desempeñar funciones extraordinarias así mismo, pero en sentido inverso, a nadie se le ocurre ir donde los mayores, los viejos o ancianos a buscar sabiduría cuando el pasado dejó de importar y el futuro está mejor servido con algún programa de computadora que con el ejercicio especulativo de un sabio.

Antes, para buscar sabiduría se miraba hacia atrás, al conocimiento del pasado y a los portadores de esas experiencias. Ahora, se busca la computadora más veloz, el acceso más amplio, la red de interconexión más efectiva. No es necesario mirar atrás, ya no hace falta. Lo importante no es lo que haya sucedido sino lo que sucede ahora y, para eso, no necesitamos el pasado. De estas creencias convertidas en dogma y aberración deriva la importancia social que el mundo contemporáneo tributa a los jóvenes.

En el culto al hedonismo y al erotismo adoramos la juventud y el mito de su poderosa sexualidad por eso los mayores y los viejos se afanan, hasta el ridículo, por parecer jóvenes. Nadie quiere envejecer con dignidad. ¿Para que habrían de hacerlo? ¿Quien quiere hacer de traste viejo? La lucha, desesperada e inútil por parecer joven es la más elocuente demostración del fracaso transitorio de la historia y persistirá hasta que estemos sumergidos por completo en la barbarie porque la sabiduría jamás ha sido ni será un atributo de la juventud.