Por Carlos De la Rosa Xochitiotzi.
Publicado en El Extranjero
“La vida líquida es una vida precaria y vivida
en condiciones de incertidumbre constante”
-Zygmunt Bauman, Vida Líquida
Durante siglos las estructuras sociales se mantuvieron estables; los límites y estándares instaurados por las mismas eran inalterables y hasta cierto punto también incuestionables. La sociedad occidental estaba compuesta por instituciones rígidas donde se valoraba lo perdurable, la unión, la tradición y la capacidad de comprometerse a largo plazo. Instituciones sociales como el matrimonio y la familia estaban creadas a partir de moldes que no dejaban lugar para la improvisación. Precisamente por la rigidez de las instituciones sociales y por la naturaleza de los valores que se enaltecían es por lo que el sociólogo Zygmunt Bauman califica a esa época como la modernidad sólida. La modernidad sólida y sus múltiples características parecen tan lejanas a la actualidad donde lo característico es precisamente lo contrario: lo efímero, lo mutable y lo impredecible.
El sociólogo polaco, catedrático emérito de las universidades de Leeds y Varsovia, ha retratado a través de sus múltiples obras la época actual que denomina modernidad líquida. Desde su perspectiva la sociedad actual se encuentra desprovista de cualquier tipo de barreras que canalicen su cauce y por lo tanto fluye libremente; en la sociedad, como en los líquidos nada se mantiene firme y todo adquiere formas temporales e inestables. Dadas las características que generan una perfecta analogía con los líquidos, el calificativo de edad líquida que Bauman otorga a la actualidad es acertado. Bauman insiste en enfrentar la dicotomía de la modernidad sólida y la modernidad líquida contrastándola con la visión que presenta a la posmodernidad en contraposición con la modernidad; denominaciones distintas que expresan mismos conceptos. El presente ensayo busca introducir al lector en el pensamiento de Bauman, y su análisis incisivo de la sociedad actual.
Aquel que esté familiarizado con la historia moderna sabe que gran parte de las luchas del ser humano en la época reciente consistieron precisamente en intentar desquebrajar estructuras y modificar pautas que regulaban la vida social y que paulatinamente la petrificaron limitando drásticamente las posibilidades del individuo dentro de la misma. La existencia se encontraba reducida a momentos claves en los cuales se tomaban las grandes decisiones que sesgarían definitivamente el rumbo, no había más margen de acción y prácticamente la vida se encontraba definida por los patrones preexistentes que sólo quedaba aceptar sin reparo. La modernidad celebró la capacidad de derretir todas las instituciones que se mantenían congeladas. Podemos afirmar con certeza que ese objetivo se logró. Desde las intocables cúpulas de poder hasta la parte que el individuo común jugaba dentro de la sociedad, la modernidad sólida fue derretida para dar lugar a la modernidad líquida. La vida líquida es aquella en la que el hombre no acepta más un molde preexistente sino que crea el propio y que incluso no se limita a aquel que él creó sino que está dispuesto a cambiar de molde la mayor cantidad de veces. La solidez, sinónimo de estancamiento, fue rebasada y el hombre se entregó al fluir indiscriminado de la modernidad, al torrente que lo desafía con su cada vez mayor velocidad. Las posibilidades de acción ahora son infinitas, como infinitas las formas que pueden tomar los líquidos.
La globalización es el gran producto y al mismo tiempo el gran motor detrás de la modernidad líquida. Como proceso busca precisamente romper la mayor cantidad de barreras, acabar con esos límites que se consideraban impenetrables; la globalización invita al flujo, al movimiento, a no echar raíces en ningún lugar, a ser ciudadano del mundo y a ser ciudadano de ningún lugar. La política, ética y la cultura atravesaron el gran cambio que implicó pasar de lo sólido a lo líquido. Basta ver los nuevos estándares de la ética, tan distintos a aquellos que se pregonaban tiempo atrás, las pautas sociales se han aflojado por decirlo de una manera, la antigua rigidez de las mismas ahora parece más bien maleable e incluso, sin parecer alarmista, inestable.
El ámbito de las relaciones humanas ha sido el que ha experimentado cambios más drásticos en la transición de la modernidad sólida a la líquida, la institución social del matrimonio evidentemente ha sido modificada como lo aborda en su obra Amor Líquido. A diferencia de lo que ocurría en la modernidad sólida, pocos son aquellos que contraen matrimonio con la convicción de que se trata de un “para siempre”. La capacidad del hombre actual para asumir compromisos a largo plazo, por no decir de por vida, se ha visto mermada; ahora se ve con recelo la posibilidad de atarse a un compromiso sobre todo si se piensa en todo a lo que se renuncia. Pocos están dispuestos a comprometerse sin reservas por miedo a resultar dañados en caso de que el compromiso se disuelva, algo altamente probable. El miedo a quedarse atado y así perder la libertad, tan apreciada por la modernidad líquida, ha resultado en una acentuada fragilidad en los vínculos humanos. El hombre no está dispuesto a vivir su vida bajo reglas preexistentes que limiten sus posibilidades. Como resultado del modelo de vida consumista las relaciones humanas son mercantilizadas y se mantienen solo con base en los beneficios que proporcionan, una vez que éstos terminan se convierten en una empresa fallida que es urgente abandonar. “La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales”. Aunque la necesidad de unión está latente, el miedo a profundizar impide crear lazos firmes, la contradicción acentúa la angustia.
Las implicaciones de la transición hacia la vida líquida no se limitan a los vínculos íntimos sino también a otros aspectos de la convivencia social, por ejemplo el ámbito laboral. El profesional modelo es aquel que posee la capacidad para imponerse cada vez más y distintos retos profesionales. Un empleo de por vida no parece suficiente, el hombre está cada vez más ávido de experimentar distintas labores y las empresas buscan contratar gente dispuesta a dejarlo todo con el fin de cumplir las exigencias del trabajo, gente que no esté arraigada a un lugar sino que se encuentre todo el tiempo con las maletas hechas. El vertiginoso desenvolvimiento del mundo profesional atemoriza a los incautos, a los lentos que no pueden seguir su ritmo y los agobia con el miedo de quedarse atrás, de no cumplir con las expectativas que se tienen de él. Nadie quiere unirse a ese despreciable grupo de desechos humanos; aquellos seres que son incapaces de avanzar con la corriente, aquellos aletargados, rebasados y finalmente proyectados fuera del caudal.
Las implicaciones de la transición hacia la vida líquida no se limitan a la convivencia social. La modernidad sólida, equiparada con el industrialismo, celebraba la creación de productos cada vez más durables, diseñados para usarse el mayor tiempo posible; al contrario en la modernidad líquida, empatada con el consumismo, se celebra lo efímero y la capacidad de sorprender con nuevos productos que hagan parecer obsoletos a los previos. Nada está ya diseñado para durar una vida sino sólo el tiempo necesario para la producción de un nuevo comercial que anuncie lo nuevo en la línea de determinado producto. Todos los productos contienen fecha de caducidad. En un fragmento de su libro Vida Líquida, Bauman afirma sintetizando atinadamente la idea antes expuesta “El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos”. El consumismo no consiste, como algunos pueden llegar a creer, en acumular bienes sino en usarlos y desecharlos para hacer espacio para nuevos. “La vida líquida es una vida devoradora, asigna al mundo, personas y todo lo demás el papel de objeto de consumo que pierde su utilidad en el transcurso mismo del acto de ser usados” afirma acertadamente Bauman exponiendo lo que él define como una mercantilización de la existencia misma.
Aunque son múltiples las voces que califican al trabajo de Bauman como una exégesis de ideas anteriores, es de aplaudirse lo asertivo de su metáfora; brillante forma de expresar las contradicciones y cuestionamientos que encarna el posmodernismo. Bauman no nos enseña cosas que no supiéramos pero sí nos abre los ojos muchas veces sobre cosas que nos resultaban indiferentes y hace una invitación a detenerse a reflexionar en un mundo que lo empuja a hacer todo menos eso. La modernidad buscaba reemplazar las decimonónicas estructuras de la sociedad sólida por nuevas estructuras fundadas en la razón; el proyecto se encuentra inconcluso pues dio el primer gran paso al derrumbar a las antiguas pero nunca fueron construidas las nuevas estructuras sociales. Es precisamente éste punto lo abordado por la obra del sociólogo polaco; las estructuras que reemplazarían a las antiguas nunca fueron erigidas y su lugar fue ocupado por lo líquido, lo inestable, lo frágil, lo que espera solidificarse de nuevo o evaporarse.
Muyyy Bueno ..me ayudo mucho
ResponderEliminarMe alegra saberlo
EliminarGracias Alvin, muy buen artículo.
EliminarMuy buen y didáctico artículo. Lo recomendaré a mis alumnos y mis amigos.
ResponderEliminarExcelente artículo, quiero citarlo ¿me facilitaría la bibliografía?
ResponderEliminarEl articulo es de Carlos De la Rosa Xochitiotzi y fue publicado originalmente en elextranjero.com.mx.
EliminarUn analisis acertado de la sociedad
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar¿Y después qué? ¿Surgirá la sociedad o modernidad 'gaseosa'?
ResponderEliminarEs excelente !!!!!
ResponderEliminarmuy bueno GRACIAS!!!!!
ResponderEliminarHola,un ejemplo de modernidad liviana ? Con la actualidad
ResponderEliminarHola,un ejemplo de modernidad liviana ? Con la actualidad
ResponderEliminarno entendi nada!!
ResponderEliminarExcelente sinopsis. Muchas gracias!
ResponderEliminarjajajaa nmms puro inventado}
ResponderEliminarexcelente
ResponderEliminarExelente
EliminarMuy bueno gracias
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