viernes, 18 de septiembre de 2015

La maravilla de ser padres

Alvin Reyes 
                   
En “Vida Liquida” Zygmunt Bauman habla de una tendencia creciente en países desarrollados que se refiere a tratar la maternidad, la paternidad como una carga. Amelia Hill escribió un artículo titulado “ ¿Creías que los niños te harían feliz?. Pero, solo más pobre?”. Sugestivo título. En este artículo se habla de los avatares que le suceden a una ejecutiva de 31 años debido a que ella y su esposo después de tener un hijo se enfrentan a una tarea imponente y desconocida: sostener este nuevo estilo de vida en que “debemos contar hasta el último penique” y reconocen sentir  “envidia y resentimiento por el estilo de vida y bienestar de amigos suyos que, al no tener hijos, disponen de tiempo y dinero para hacer vida social y viajar” (1). Y esta tendencia parecer que con los años tomara mas fuerza.

Una especie se perpetúa con la descendencia. “Creced y multiplicaos” es el mandato divino. Entonces uno se pregunta: ¿a donde se encamina una sociedad, una civilización que primero piensa en lo económico, en el bienestar, en el “ser feliz” antes que participar en el milagro más grande que es dar, crear, proveer vida?. En algún momento nos desviamos del camino y nos hemos extraviados en una búsqueda de dinero y placer que nos ha hecho perder los sentimientos íntimos que nos hacen seres humanos. Las feministas me pueden matar por esto pero nada es más hermoso para mí que una madre. Tengo una madre, mi esposa es una madre, mi familia está llena de madres. Mujeres valiosas que han servido ser entes sociales, económicos y hasta políticos pero también han luchado por el cuidado de sus hijos.


Durante mis más de veinte años de paternidad he gastado una fortuna, he dejado de leer cientos de libros, he dejado de estudiar, me he perdido de conciertos, me he desvelado en noches de enfermedad, he tenido que trabajar turnos rotativos para ver mis hijos crecer. Y les voy  a decir algo: si los dioses me  preguntan si deseo volver atrás, les diré que si pero solo para volver a ser padre de nuevo. Ningún dinero, ningún viaje, ningún concierto, se puede comparar con la maravilla de ser padres. Pero para entender esto tienes que ser más humano. Si solo piensas en el dinero y en  tu posición social quédate así. Pero te auguro que cuando pasen los años y tengas una cuenta abultada de dinero pero ya no tengas los bríos para viajar y bailar pasaras tu navidad, tu “thanksgiving”, tu cumpleaños solo y nadie te traerá ni siquiera un amargo pedazo de pastel.


(1) Bauman, Zygmunt. Vida Liquida. Paidos. Pág.137

jueves, 10 de septiembre de 2015

Vergüenza y peligro en las redes

Por Pedro Dominguez Brito. Publicado originalmente en El Caribe. Reproducido sin permiso.


En ocasiones “metemos la pata” sin querer. Un amigo abogado notó que desde hacía días un cliente lo saludaba con cierta frialdad, algo que gracias a Dios le ocurría muy poco. Había realizado muy bien su trabajo. Trataba con respeto a esa persona. Incluso, no había cobrado sus honorarios. No encontraba la razón.


Entonces recurrió a los mensajes de texto que habían intercambiado. Y cuál no fue su sorpresa al leer que en vez de la palabra “estupendo”, le escribió el término “estúpido”. Tuvo que dar miles de excusas. Es una experiencia que comparto para que leamos bien antes de enviar un asunto por las redes, donde en ocasiones el teclado y su famosa autocorrección se toman libertades insospechadas.



También a un conocido en vez de un currículo, una joven le envió a su correo electrónico todas las comunicaciones privadas que había sostenido con su novio. Y mientras más la damisela intentaba ofrecer explicaciones, más se enredaba. 

Cada vez soy más precavido al usar las redes. He visto relaciones de todo tipo deteriorarse o romperse por culpa de esta tecnología. Por ejemplo, algunos padres me han expresado su intención de destruir o botar un celular de sus hijos, ya “jartos” de que pasen todo el tiempo con ese aparatito. Y si se le pierde o se lo quitan como castigo, viene el berrinche y el pataleo. 



Mi primera impresión es negativa cuando observo a alguien ensimismado con un telefonito entre las manos, utilizando sus pulgares como ráfagas, indiferente a lo que ocurre a su alrededor, sin el mínimo interés de compartir con los demás. He visto en mesas alrededor de cada plato un celular, y cada quien concentrado en el mismo. Es mala educación. 



En ocasiones esa conducta revela problemas de personalidad. Y no hay que ser sicólogo o psiquiatra para llegar a esa conclusión, basta contemplar la cara y los gestos de los “chateadores” para notar que en ese cerebro algo no anda bien. 

La modernidad generalmente se impone a un ritmo más acelerado que la educación en el hogar y en la escuela. Y eso conlleva serios peligros, donde no escapan los adultos. Un caso muy común lo representa el facebook, considerado por algunos como el espionaje más grande en la historia, pues desde el momento en que aceptamos ser su usuario toda nuestra información e imágenes pasan a ser de su propiedad, incluso después de nuestra muerte.



Lo humano como forma de vida y lo tecnológico como complemento pueden coexistir en armonía, siendo siempre cuidadosos de lo que se lee o escribe, para no pasar vergüenza como mi amigo abogado o como la doncella aquella.


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