sábado, 13 de octubre de 2012

Este tuit tiene precio (y alguien lo pagó)

Por Iñigo López Palacios. Publicado en El Pais. 


¿Qué haría usted si le ofrecen dinero por un tuit? Aun más, imagine que ni siquiera tiene que escribirlo. Simplemente ha de colgar en su cuenta un link. “Un intermediario contactó conmigo en nombre de una gran marca. La oferta era vincular a un tuit un vídeo de YouTube en el que había un anuncio. La condición por cobrar era que no dijera que me pagaban”.

No es un caso único. “Sí, está pasando. A mí personalmente me han ofrecido, de una marca de bebidas, 300 euros por colgar un link”, cuenta Mikel López Iturriaga. Ambos son lo que llamaríamos gente corriente. Profesionales con un perfil alto en Internet. Si López Iturriaga es el autor de El comidista, uno de los más populares blogs gastronómicos de España, el primer interpelado es un periodista con casi 20.000 seguidores en Twitter.

Se trata de una práctica extendida, cada vez más usual. Y eso implica la revisión de un paradigma: el de la credibilidad de los consejos en las redes sociales. Según el cliché, los medios de comunicación tradicionales pertenecen a grandes grupos empresariales y los intereses comerciales interfieren en su misión informativa. Por eso sus recomendaciones están viciadas y no son de fiar. Los blogueros y los tuiteros se han arrogado la credibilidad que les da la comunicación persona a persona. Son gente corriente contando historias a gente corriente, supuestamente sin presiones. Como no dependen de la publicidad, ni de las ventas, se da por hecho que no tienen intereses ocultos. Sus consejos son sinceros y fiables.

¿Hasta qué punto es verdad? ¿Son realmente los usuarios de las redes sociales, de todas ellas, impermeables a los intereses comerciales o están siendo infiltrados para publicitar productos sin decírselo a sus seguidores?

Pongamos un ejemplo público: este verano un grupo de cocineros italianos se rebelaba contra los comentarios escritos por los usuarios de varias poderosas webs que recomiendan restaurantes. El matiz importante es que no se quejaban del contenido de la página, sino de los comentarios de los usuarios. Al parecer su influencia es tan grande que pueden hundir una reputación si son negativos y ensalzarla si son positivos.

Solamente eso ya sería motivo suficiente de enfado. Cualquiera puede comentar en una web. Es duro que un posible cliente se retraiga de ir a un restaurante porque un anónimo, que ni siquiera tiene que demostrar que ha visitado el local, diga que no le ha gustado. Pero se entra en terreno pantanoso si esas opiniones no solo no están fundamentadas, sino que además han sido compradas. “Los comentarios en este tipo de páginas se han convertido en una moneda de intercambio; pueden hundirte si son falsos y malévolos. Serán buenos si, a cambio, concedes algún favor”, explicaba a este periódico Aldo Cursano, vicepresidente de la federación de restauración que planteó la queja.

Hay más casos conocidos de infiltración de las compañías en las opiniones de los clientes. Un estudio de 2011 aseguraba que el 80% de los comentarios “espontáneos” que aparecían en Amazon habían recibido algún tipo de regalo. En julio, el juez William Alsup, encargado del litigio de patentes entre Google y Oracle, afirmó estar preocupado de que las compañías o sus abogados pudieran haber pagado a personas para publicar comentarios a favor de alguna de las partes.

“Se hacen cosas, es cierto. Pero no se puede decir que todas las redes sociales están manipuladas. Y la que menos, Twitter. Entre otras cosas, porque es muy complicada de manipular”, asegura Ricardo Llavador, creativo especialista en publicidad digital. “Cada caso es distinto. Con los blogs se pacta lo que se llama advertorials. Patrocinios muy claros, que se explican expresamente. Si una empresa patrocina un post, se dice y ya está. Pero en Twitter, en concreto… Es complicado. Muy complicado, e inútil. No se trata de comprar tuits. No es rentable. Hay empresas que son muy guarras y tienen prácticas poco éticas. Por ejemplo comprar seguidores en Facebook o en Twitter, para aumentar la importancia de las cuentas”.
Además de poco ético es poco práctico. La semana pasada, Facebook realizó, de oficio, una limpieza de identidades falsas. Lady Gaga ha perdido 68.000; Rihanna, casi 20.000. “Tarde o temprano, pasa siempre”, explica Llavador. “Lo inteligente es localizar a gente con prestigio. Lo que se hace es tratarles como se trataba a los periodistas antaño. Incluso con más cuidado, porque no solo no tienen la obligación de publicar nada, sino que pueden escribir una opinión negativa si tu producto no les gusta”. Un reputado tuitero confirma esta práctica. “A mí me han invitado grandes marcas a eventos que están guay, con su catering y su barra libre y su excusa (“celebramos el lanzamiento de...”). Pero luego todo está diseñado para que tuiteara desde la fiesta con su hashtag y tal. A veces tienen hasta fotomatones para tuitear fotos en mi cuenta”.

El concepto clave es la influencia. Se entiende como tal la capacidad de una persona de determinar o alterar la forma de pensar o de actuar de otra. En el argot de Internet se les denomina influencers. “A mí no me agrada demasiado el nombre. Son personas relevantes. Los hay de varios tipos. Están las celebrities si eres conocido fuera de Internet y además tienes un perfil en las redes. Pero puedes ser relevante también si no eres conocido más allá de las redes, pero en ellas tienes un número importante de seguidores”, dice Miguel Miguel, de la agencia Social Noise, que tiene un departamento dedicado en exclusiva a estos menesteres de localizar influencers.

Actualmente, se cuestiona que la relevancia de un perfil dependa de su número de seguidores. El mismo Evan Williams, uno de los fundadores de Twitter, expresaba que este baremo no debería ser tan determinante. “Creo que tendría que hacerse algo más interesante, como ver el número de retuits. La métrica soñada sería saber cuántos vieron tu tuit”.

Aun así, los primeros tentados fueron las celebrities. La razón era muy sencilla: la mayoría de los Facebook, Twitters, Pinterest o Tumblr con mayor número de seguidores pertenecen a famosos. Esto les ha proporcionado una nueva forma de conectar con sus fans. Antes dependían de los medios tradicionales. No existía la oportunidad de responderles o de interactuar con ellos. Lo hacían por medio de intermediarios, periodistas, a los que con frecuencia acusaban de manipular sus palabras. Pero hoy, pueden hablar directamente con ellos. Agradecerles su fidelidad, comentarles sus proyectos o compartir sus productos favoritos.

A esta forma de comunicarse también corresponde una nueva forma de publicidad. En el pasado, si un golfista aparecía en una revista anunciando un reloj caro no se esperaba que las masas salieran corriendo a hacerse con él. Se trataba de prestigiar la marca. Pero hoy si una famosa actriz que acaba de ser madre menciona en su Twitter, como la que no quiere la cosa, que ha comprado unos, pongamos, pañales orgánicos para su bebé, ecológicos y efectivos de una determinada marca se espera que el efecto sea que las madres del mundo que confían en ella sigan su ejemplo. Es una captación directa de clientes.
Algo inocuo a no ser que la marca aconsejada lo pague, como descubrió el futbolista Wayne Rooney. ASA —la autoridad que regula la publicidad en Reino Unido— se le echó encima después de que descubriera que uno de sus tuits escondía un anuncio comercial de una de las marcas que le patrocinan. También su homóloga estadounidense —FTC (Fair Trade Comission)— se está poniendo dura con estas prácticas. Lógico, porque los precios son astronómicos. Kim Kardashian cobra 10.000 dólares (unos 7.700 euros) por cada mensaje en el que cuela una marca sin decir que es publicidad. El rapero Snoop Dog se embolsa 7.000 (5.400 euros).

Vayamos un paso más allá. El pasado fin de semana se celebró en Madrid YouFest, un festival de artistas que se han hecho famosos gracias a YouTube. Cantantes desconocidos o músicos callejeros que recibieron millones de visitas tras colgar un vídeo en esa página. Son las microcelebrities. “¿Conoce a Ifilosofía?”, dice Miguel Miguel. “Es un filósofo que tiene 1,8 millones de seguidores. Eso es mucho más que muchos famosos”. Detrás de esa cuenta está Francisco Olmos, en teoría el anónimo español con mayor número de followers, un profesor madrileño de 48 años que, de momento, solo ha rentabilizado su éxito con un libro. Nada comparado con, por ejemplo, Michelle Phan, una estadounidense de origen vietnamita cuyo canal de consejos de belleza en YouTube tiene más de dos millones de suscriptores y ha recibido más de 500 millones de visionados. Gracias a eso fundó Myglam, una web que funciona por medio de suscripciones. Por 10 dólares mensuales (7,7 euros) se recibe cada mes una cajita con cuatro o cinco productos de belleza. La mayor parte, muestras gratuitas. La fortuna de Phan, que tiene 26 años, se estima en casi tres millones de dólares (2,3 millones de euros).

Siguiente parada: el no famoso. Últimamente, algunos tuiteros están recibiendo correos electrónicos como este: “A través de nuestra plataforma, tuiteros como tú podrán rentabilizar el uso de su cuenta de Twitter. Es muy fácil y podrás en todo momento seleccionar y adaptar la publicidad que más convenga a tu cuenta. Solo aceptamos cuentas con una cierta calidad y un mínimo de 2.500 seguidores. Nuestro equipo ha estado analizando diferentes cuentas de Twitter y creemos que la tuya puede aprovechar las ventajas de nuestra plataforma ya que cumple todos los requisitos anteriormente mencionados”.

No parecen unos criterios muy científicos de selección. “Es complejo. No puedo hablar por la competencia, pero en nuestro caso, la forma de selección es parte de nuestro know how, es por lo que los clientes nos valoran. Pero, simplificando: lo que buscamos es el relaciones públicas de toda la vida, pero en formato digital”, explica Miguel Miguel, de Social Noise

“Ellos te hacen seguimiento y, dependiendo de lo famoso que puedas ser, te pagan más o menos. A mí me han propuesto durante un mes postear ciertas cosas en Twitter o en Facebook y después me han pagado”, cuenta una barcelonesa con la única condición de que no se den pistas que lleven a desvelar su identidad. “Es publicidad encubierta. Se hace mucho, desde la de bajo nivel, para atraer a los jóvenes, hasta cosas de alto nivel. A ver, no te dicen: ‘Escribe esto’. Te dicen: ‘En este blog hay equis entradas, selecciona cuatro y recomiéndalas. Y te pagan por ello”.

Es un fenómeno importado. Hace ya dos años, The New York Times publicó un reportaje hablando de usuarios de Twitter que se endosaban 3.000 dólares mensuales (2.300 euros) por dejar que empresas usaran su cuenta. “No es nuevo, ya pasó antes con los blogs. El prestigio de muchos se fue a pique cuando se empezó a ver claro que colgaban informaciones patrocinadas sin decir que lo eran. A mí no me parece mal que paguen por tuit, siempre y cuando quede claro que han pagado”, dice Mikel López Iturriaga, El Comidista.

La idea de que este es un fenómeno inevitable, y no necesariamente negativo, es compartida por muchos, como el catedrático de Antropología Social Carles Freixa. “El sistema tiene una capacidad de fagocitación extraordinaria, y una parte de cualquier movimiento acaba irremediablemente siendo devorado. Sin embargo, al hacerlo, el mismo sistema se transforma e incorpora algo de la innovación que viene de los márgenes. Con los blogueros actuales puede estar pasando algo semejante: al marcar tendencia están señalando la dirección del cambio y el interés de las marcas por ellos indica que en parte lo están consiguiendo. Siempre habrá algunos que se mantengan puros y otros que acepten entrar en la lógica comercial (lo que no tiene por qué ser negativo si se respetan ciertos códigos éticos). La clave es cómo evitar los monopolios y, sobre todo, los oligopolios. Además, siempre habrá innovadores que inventen nuevos ámbitos de libertad no controlados por el poder”.

La última frontera es usted. Y no es un mal negocio ¿Recuerdan la primera de las ofertas que aparecía en este texto? ¿Saben cuánto pagaban? “Creo que eran 2.000 o 2.500 euros”. Él dijo que no. Pero usted, ¿qué haría?

jueves, 11 de octubre de 2012

Lo que es bueno para la economía no es bueno para la naturaleza

Por Aleph de Pourtales publicado en Pijama Surf



Proyecto de arte guerrilla pone el dedo sobre la llaga: lo que es bueno para la economía de las grandes corporaciones lentamente destruye la economía del individuo y causa severos daños ecológicos. Esta brecha insalvable del modelo económico actual pone en entredicho la continuidad de la empresa humana en el planeta.

La enorme brecha entre la macroeconomía y la economía real, o entre la economía de las corporaciones y la economía de los individuos hace que la bonanza de unos pocos no sólo hipoteque la riqueza (y la salud) de la mayoría sino que arriesga la continuidad misma del escenario sobre el que discurre esta empresa. La palabra economía nos remite etimológicamente a la (buena) administración de la casa, es decir de la Tierra. La economía está intrínsecamente ligada en un origen a la ecología; sin embargo, hoy no podría estar, en la práctica, más divorciada.

Esto es lo que explora en su proyecto de arte callejero guerrilla, The Economy, un individuo conocido bajo el nombre de Someguy. Frases provocativas que nos hacen reflexionar sobre la profunda contradicción que encarna el progreso econónico capitalista. Curiosamente la gran mayoría de las cosas que, según el sentido común, nos parecerían dañinas para nuestro cuerpo y nuestro entorno son buenas para la gran economía, aquella que está tan lejos de nosotros - pero a la cual difícilmente podemos dejar de engrosar. El crimen, la guerra, las drogas, las enfermedades, por ejemplo, son de los grandes estimulantes económicos del modelo dominante actual.

"La obesidad es buena para la economía". Sí, evidentemente, la obesidad, tan característica de países como México y Estados Unidos que consumen enormes cantidades de comida rápida, refrescos, harinas, golosinas y en general alimentos chatarra cargados de azúcar, es un gran negocio para distintos rubros de corporaciones.Por supuesto compañías como McDonalds, Coca-Cola o Nestle que fabrican estos productos alimenticios (o seudoalimenticios), pero también para las grandes farmacéuticas que fomentan el desarrollo de nuevas y crónicas patologías para vender millones de pastillas. Esto no es ningún secreto, y voces como la del Premio Nobel Richard J. Roberts han revelado este macabro modus operandi: el lucro con la muerte lenta.

El hombre obeso es el perfecto cómplice de este sistema psicosocial consumista. Por naturaleza compulsivo e inactivo, pasa todo el tiempo observando productos de entretenimiento que le informan sobre los últimos productos de consumo - con los cuales saciar su malestar. Su obesidad evidentemente será carne de cañon para la industria médica y farmacéutica quienes, como si este fuera uno de esos opíparos manjares en los que se servían todo tipo de carnes (cerdos, corderos, patos y faisanes), se darán un festín con su progresiva degeneración vital.

"El crimen es bueno para la economía". La industria penitenciaria en países como Estados Unidos significa enormes ingresos a compañías privadas. Particularmente el negocio de las cárceles se alimenta de inmigrantes ilegales y consumidores de drogas, especialmente de la marihuana, la cual es una ciertamente también una medicina. La mecánica rapaz de este negocio hace que sea necesario que la sociedad produzca criminales - de igual manera que la industria farmacéutica necesita personas etiquetadas como enfermas para imponer sus tratamientos - y para esto cualquier cosa como cruzar un país en búsqueda de trabajo o fumar una planta milenaria son razones de peso.

De manera relacionada, la guerra y la guerra contra las drogas son enormes negocios, quizás los más grandes del mundo. Por una parte, la guerra dinamiza la economía, haciendo que el gobierno entregue inmensas sumas de dinero a contratistas militares, los cuales suelen ser buenos amigos o incluso socios directos de los más alto políticos (como es el caso de Dick Cheney, quien a través de Halliburton, cosechó enormes ganancias de la guerra contra Irak). La guerra contra las drogas deja una jugosa derrama a los bancos que lavan el dinero de los narcotraficantes - como es el caso de Wachovia, uno de los bancos más grandes de Estados Unidos, que lavó más de 380 millones de dólares del narco mexicano quedando prácticamente impune).

"El autoestima es malo para la economía". Los ideales irreales de belleza que proyecta nuestra cultura hacen que muchas personas se sienten completamente insatisfechos con su imagen corporal y busquen ajustarse a los paradigmas - generalmente inalcanzables - de la belleza modelo, así comprando todo tipo de cosméticos, ropa y productos de estatus que supuestamente los harán sentirse mejor con ellos mismos. No se necesita ser muy brillante para darse cuenta que un autoestima basado en la adquisición de productos es sumamente frágil, lo cual es muy útil para la economía ya que, en su caída buscará ser paliado comprando un nuevo producto. En general la falta de seguridad y autoestima nos convierte en seres vulnerables a la enajenación, lo cual, de nuevo, es muy bueno para la economía.


"La deuda es buena para la economía". Una economía basada en la deuda no genera riqueza, en tanto que no fomenta la producción; pero si engorda las arcas de las corporaciones y la élite que sólo por tener mucho dinero pueden cobrar grandes intereses y mantener a la población endrogada, sujeta a su poder supraindividual.

"La economía basada en la deuda fue inventada para que las personas con dinero pudieran enriquecerse con solo tener dinero, para eso existe... pero si el número de personas que quieren ganar dinero teniendo dinero crece a un punto en el que hay más personas existiendo así que en realidad produciendo algo, eventualmente la economía colapsa", dice Douglas Rushkoff.

"Compartir el auto es malo para la economía". En una economía basada en el consumo - de productos desechables y de energía no renovable - que usemos más automóviles y gastemos más gasolina alimenta la economía. Las grandes compañías automotrices constituyen uno de los sectores que más gasta en publicidad en todo el mundo; una publicidad, la de los autos, que es básicamente aspiracional y que busca conferir estatus. Así programando una masa de individuos que contraen grandes deudas para comprar autos que supuestamente les dotarán de una especie de magnetismo erótico o les otorgarán una mágica seguridad y una intempestiva felicidad. Y por supuesto, la quema indiscriminada de combustibles fósiles permite la existencia de compañias gigantescas como British Petroleum, Haliburton o Royal Shell que explotan países subdesarrollados, causan daños irreversibles al medio ambiente y viven completamente al margen de la ley: más poderosas que muchos de los países de los cuales obtienen su materia prima.

lunes, 1 de octubre de 2012

Zygmunt Bauman: “Todo lo que ya está hecho se puede deshacer”


Por Pilar Robledo. Publicado en: ROTOTOMSUNSPLASH
Es un privilegio escuchar de sus propias voces los conocimientos de los sociólogos Zygmunt Bauman Ignacio Ramonet. Juntarlos en el debate “Crisis y democracia: cómo la crisis impuso su agenda”, es un regalo para el conocimiento, y también para la esperanza, del Rototom Sunsplash para el público que este martes ha llenado, como cada jornada, el Foro Social.

La crisis de la política y la necesidad del nacimiento de una nueva y verdadera democracia, una que represente a las personas, y no a los intereses del dinero y el máximo beneficio, ha sido el eje de este debate que ha conducido el director de Mediterráneo, José Luis Valencia, y en el que también ha participado la socióloga Aleksandra Kania.

¿Queremos volver al supuesto esplendor de los años noventa, ese periodo aparente riqueza cuando los bancos daban créditos que nos permitían convertirnos en mejores consumidores? ¿Queremos que esto continúe? ¿Debemos seguir creyendo que el problema es parte de la solución o debemos construir un nuevo sistema que permita construir un nuevo modelo de vida, una nueva y verdadera democracia del pueblo, y no sucumbir al totalitarismo de los mercados?

El Profesor Zygmunt Bauman, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, piensa que se ha producido un divorcio, una ruptura evidente entre la democracia como gobierno legítimo elegido por un pueblo, y las políticas internacionales que se les impone a estas democracias. “La política se encuentra sometida a dos presiones fundamentales: la presión de los ciudadanos, que han visto cómo el sistema no funciona, y la imparable y voraz presión de los mercados, que quieren dividir a la población en pequeñas comunidades de consumidores y controlar sus roles de vida, sus roles de consumo, en definitiva, sus vidas. Las instituciones políticas tradicionales son cada vez menos creíbles porque no ayudan a solucionar los problemas en los que los ciudadanos se han visto envueltos de repente. Se ha producido un colapso entre las democracias nacionales (lo que la gente ha votado), y los dictados impuestos por los mercados, que engullen los derechos sociales de las personas, sus derechos fundamentales”, argumenta el sociólogo polaco.

En este sentido coincide el director de Le Monde Diplomatique: “La agenda ya estaba escrita. Probablemente la crisis actúa como el shock, como define la socióloga Naomi Klein en su teoría de la Doctrina del Shock: se utiliza el argumento de la crisis para permitir que la agenda del capitalismo se realice. Es el caso de Europa, que se constituyó en base a unos principios de libertades fundamentales recogidos en tratados internacionales como el de Roma, o Maastricht…. Estos tratados preveían en su origen otro tipo de libertades que no son las ciudadanas, sino de los mercados: libre circulación de las mercancías, de las inversiones, del libre cambio. Se han creado mecanismos para tener vigiladas y bajo control a las democracias nacionales, para poder aplicar, (como está pasando en España ahora mismo y ha pasado antes en Irlanda, Portugal, o Grecia), programas de ajuste internacionales por parte de una nueva entidad que dicta la lógica para salir de la crisis: la Troika que forman el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea y el Banco Central Europeo; unas instituciones que no son democráticas, sus miembros no son elegidos por el pueblo, son instituciones que no representan a la gente. Y estos, con el apoyo de unos medios de comunicación de masas que funcionan como aparato ideológico de los mercados y que son manejados por los intereses de grupos económicos, financieros y políticos de presión, son los encargados de crear los sistemas y las herramientas de control que rebajan la democracia real, que es la que surge de la verdadera política, la que parece que ya no funciona, y por eso los movimientos sociales están ocupando su lugar. Los ciudadanos tenemos la posibilidad de reconstruir la política, de regenerar la democracia? Yo, desde luego, creo que sí”, concluye Ramonet.

En la charla “Comunicación Libre: medios independientes frente a la crisis del periodismo” también se ha reclamado la necesidad para una verdadera democracia de tener una sociedad bien informada. Se ha debatido, entre otras cuestiones, sobre la precarización paulatina de la profesión y la desaparición del periodismo tradicional gracias o a causa de la irrupción en el sector de la comunicación de las nuevas tecnologías, con sus ventajas y desventajas; También se ha hablado mucho sobre el poder de la información y la necesidad de informar sobre quién está detrás de la misma información que recibimos. Moderados por Ignacio Ramonet, han participado Susana Hidalgo, de MásPúblico, (el nuevo medio creado por los trabajadores tras el cierre del diario Público), Gonzalo Gárate, de Diagonal y Jorge Romero Abuin, de Radio Malva.

También se ha analizado la gestión de los incendios forestales en el País Valenciano en una charla a cargo de Amics de Palenque y Ecologistas en Acción; y se ha abordado la actual situación legal de los usuarios del cannabis y su futuro legal en un interesante encuentro con el abogado Héctor Brotons, que trabaja para defender los derechos civiles de los usuarios del cannabis para en un futuro poder pasar a una situación de ataque jurídico a quienes los vulneren.