lunes, 23 de enero de 2012

COMO HACEN LOS PÁJAROS


Aqui les dejo otro capitulo del libro 44 cartas desde el mundo liquido de Zygmunt Bauman (reseña)

«Twitter» es la palabra inglesa para es el sonido que emiten los pájaros cuando gorjean. Y, como bien saben los expertos en la vida de las aves, el gorjeo desempeña dos funciones de apariencia contradictoria, pero igualmente esenciales en la vida de estos animales: les permite mantenerse en contacto (es decir, evita que se pierdan o pierdan de vista a sus parejas o al resto de la bandada) e impide que otras aves, en particular otras de la misma especie, transgredan el territorio del que se han apropiado o pretenden apropiarse. El gorjeo no transmite ningún otro mensaje, por lo que sus «contenidos» (aunque los hubiera, cosa que no ocurre) serían irrelevantes; lo que cuenta es que el sonido se emita y (con un poco de suerte) alguien lo oiga.

No sé si Jack Dorsey, que fundó el sitio web denominado Twitter en 2006, cuando todavía era estudiante, se inspiró en una costumbre con millones de años de antigüedad en el mundo de las aves. Pero los 55 millones mensuales de visitantes de su sitio web parecen haber adoptado esa costumbre, consciente o inconscientemente. Y al parecer han descubierto que les resulta bastante útil para sus fines y necesidades. Según calculó Peder Zane, del diario News and Observer, el 15 de marzo de 2009, el número de usuarios de Twitter se incrementó durante el último año en un 900 por ciento (mientras que el número de usuarios de Facebook, según la Wikipedia, sólo creció un 228 por ciento). Los administradores del sitio web de Twitter invitan a los nuevos visitantes a que se integren en el ejército de 55 millones de usuarios actuales, señalando que «Twitter es un servicio para que los amigos, la familia y los compañeros de trabajo se mantengan conectados mediante el intercambio de respuestas rápidas y frecuentes a una sencilla pregunta: ¿Qué haces?». Las respuestas, como seguramente sabrá, no sólo deben ser rápidas y frecuentes, sino fáciles de digerir, esto es, muy compactas y breves (al igual que las melodías del gorjeo), con un máximo de 140 caracteres. De modo que la respuesta que se puede twittear en Twitter no será mucho más que «estoy tomando una pizza de cuatro quesos» o «estoy asomado a la ventana» o «tengo sueño y me voy a dormir » o «estoy muerto de aburrimiento». Por cortesía de la administración de Twitter, la notoria reticencia y la bochornosa torpeza para comunicar los motivos y objetivos de nuestros actos, o los sentimientos que los acompañan, dejan de ser un impedimento y ascienden a la categoría de virtud. Lo que se nos dice y se nos da a entender —a nosotros y a otras personas como nosotros— es que lo único que importa es saber y comunicar lo que hacemos en este momento o en cualquier otro; lo que importa es «estar a la vista». Por qué lo hacemos y qué pensamos, a qué aspiramos, con qué soñamos, qué disfrutamos o lamentamos cuando lo hacemos, o incluso las demás razones que nos indujeron a twittear en Twitter, al margen del deseo de manifestar nuestra presencia, son aspectos que carecen de relevancia.

Una vez sustituido el contacto cara a cara por la modalidad «pantalla a pantalla», las que entran en contacto son las superficies. Por cortesía de Twitter, el surf, el medio de locomoción preferido en esta vida presurosa donde las oportunidades surgen en un instante y al instante desaparecen, ha alcanzado también la comunicación interhumana. Lo que se resiente, como consecuencia, es la intimidad, la profundidad y la durabilidad de la relación y los vínculos humanos.

Los promotores y entusiastas de los «contactos» más rápidos, fáciles y poco problemáticos (o, más exactamente, de la reconfirmación de «estar en contacto») intentan convencernos de que los beneficios compensan con creces las pérdidas. En el apartado de «usos» (del tweeting) averiguamos, por ejemplo, a través de la Wikipedia, que «durante los atentados de Bombay de 2008 los testigos enviaron unos ochenta tweets cada cinco segundos mientras se desarrollaba la tragedia. Los usuarios de Twitter presentes en el lugar de los hechos contribuyeron a elaborar una lista de muertos y heridos»; que «en enero de 2009 el avión del vuelo 1549 de US Airways, como consecuencia de múltiples impactos de aves, hizo un amerizaje forzoso en el río Hudson poco después de despegar en el aeropuerto de La Guardia, en la ciudad de Nueva York. Janis Krums, pasajero de uno de los transbordadores que acudieron para ayudar, sacó una fotografía del avión caído mientras los pasajeros lo evacuaban y la envió a través de TwitPic antes de que los medios tradicionales llegasen al lugar»; o que «en febrero de 2009 la organización australiana Country Fire Authority recurrió a Twitter para enviar periódicamente alertas y noticias de última hora en relación con los incendios forestales acaecidos en Victoria en 2009». No obstante, la exposición de los casos anteriores es como un intento de convencer de los beneficios universales de la lotería a los potenciales compradores, publicando de vez en cuando los retratos sonrientes de los pocos afortunados a los que les ha tocado el bote, sin mencionar a los millones de perdedores frustrados…

Asumámoslo: la repercusión de la tecnología cambiante de la comunicación humana es como los logros de la economía dirigida por los bancos, donde las ganancias tienden a privatizarse, mientras que las pérdidas se nacionalizan. En ambos casos, el «daño colateral» tiende a ser desproporcionadamente más extenso, profundo e insidioso que los raros beneficios esporádicos.

Existe, sin embargo, un beneficio diferente, mucho más extenso, que parece ser el principal atractivo del uso del sitio web de Twitter. Desde hace cierto tiempo, la famosa «prueba de la existencia» de Descartes, «Pienso, luego existo», ha dado paso a una versión adaptada a nuestra era de la comunicación masiva: «Me ven, luego existo». Cuanta más gente me ve (o tiene la opción de verme), más convincente es la prueba de mi existencia…Este modelo lo establecieron los famosos. No se mide el peso y la relevancia de los famosos por la importancia de lo que han hecho o por el peso de sus hazañas (además, no es posible evaluar adecuadamente dichas cualidades ni confiar en los criterios que nos llevan a formarnos una opinión al respecto); lo que es seguro es que los «famosos» importan sólo por la preponderancia de su presencia: millones de personas tienen que verlos y contemplarlos en los quioscos, en las portadas de los diarios sensacionalistas y de las revistas de papel cuché, en las pantallas de televisión… Si tanta gente los observa, sigue sus pasos, escucha todos los cotilleos sobre sus últimas proezas, diabluras y travesuras, habla de ellos, entonces «algo tendrán». ¡Tanta gente no puede equivocarse a la vez! Como lo resumió memorablemente Daniel Boorstin: «El famoso es una persona conocida por su celebridad». ¿Conclusión (no necesariamente cierta, pero creíble en cualquier caso)? Cuanto más twittee, cuanta más gente visite el sitio donde se publica mi tweet más probabilidades tendré de engrosar las filas de los famosos. Como sucede en el caso de estos últimos, resulta irrelevante el contenido de mi tweet. Al fin y al cabo, lo que leemos y oímos sobre los famosos suele ser la última noticia acerca de sus desayunos, citas, aventuras sexuales y compras. Y dado que el peso de la presencia de una persona en el mundo se mide por su «celebridad», mi tweet es también un modo de incrementar mi peso espiritual (una suerte de dieta a la inversa, siendo la dieta el método para reducir el peso corporal).

O eso parece, al menos. Puede que todo sea una ilusión, pero para muchos de nuestros contemporáneos es una ilusión agradable. Les resulta agradable a aquellas personas formadas e instruidas para creer que la relevancia del individuo proviene de su visibilidad, pero que tienen vedado el acceso al papel cuché y a los diarios sensacionalistas donde radica el poder real para dividir a la gente entre los «vistos» y los «invisibles», así como para mantenerlos en el lado «visible» de la línea divisoria. Twitter es para nosotros, para la gente corriente, mientras que las portadas de las revistas semanales y mensuales de papel cuché son para los pocos proclamados como extraordinarios. Nuestro tweet es como una réplica del esplendor de una boutique de alta costura en una tienda de barrio: el sustituto de la equidad para los desfavorecidos. A quienes tienen que comprar en la tienda de barrio, el tweet de Twitter les mitiga el dolor de la humillación causada por la inaccesibilidad de las tiendas exclusivas




Tomado de "44 cartas desde el mundo liquido" de Zygmunt Bauman. Editorial Paidos. Ed 2011.

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