Vamos a estar claros en
algo de entrada: el objetivo último del capitalismo es conseguir beneficios.
Todo lo demás son notas al margen del sistema. La razón de ser del sistema
económico que tenemos es la consecución
de ganancias económicas por encima de cualquier otro valor que pueda tener la
humanidad.
Hemos aprendido que los beneficios son el resultado de, así
de manera muy básica, las ventas menos los costos. En ese sentido las empresas harán
todos los esfuerzos posibles en reducir sus costos en orden de aumentar sus
ganancias. (Quedan exceptuadas aquí aquellas empresas que simplemente se dedican
a subir el precio para aumentar las ganancias sin dedicarse a la reducción de sus
costos, pero ese es otro tema). También sabemos que los costos se distribuyen
en diferentes, llamémoslas, categorías. Costos directos, indirectos,
financieros, etc.
Junto con los costos están también los riesgos financieros
a los que se enfrentan las empresas. Un riesgo financiero es “la
probabilidad de un evento adverso y sus consecuencias. El riesgo financiero se
refiere a la probabilidad de ocurrencia de un que evento tenga consecuencias
financieras negativas para una inversor.” (Wiki) Así tenemos que los
riesgos financieros pueden ser: Riesgo de mercado, riesgo de crédito, riesgo de
liquidez, operativo, etc.
Lo que no sabíamos, y eso se lo debemos al FMI, era que ser
viejo era un riesgo financiero. Si señores, vivir más ahora es un problema para
el capitalismo. El informe del FMI que encontramos adjunto a la noticia publicada
en 20minutos.es dice las siguientes genialidades:
“Vivir hoy más años es un hecho muy
positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la
esperanza de vida acarrea costos financieros, para los gobiernos a través de
los planes de jubilación del personal y los sistemas de seguridad social, para
las empresas con planes de prestaciones jubilatorias definidas, para las
compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que
carecen de prestaciones jubilatorias garantizadas.
Las
implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado
riesgo de longevidad) son muy grandes. Si el promedio de vida aumentara para el
año 2050 tres años más de lo previsto hoy, los costos del envejecimiento —que
ya son enormes— aumentarían 50%.
El
riesgo de longevidad es un tema que exige más atención ya, en vista de la
magnitud de su impacto financiero y de que las medidas eficaces de mitigación
tardan años en dar fruto.
Para
neutralizar los efectos financieros del riesgo de longevidad, es necesario
combinar aumentos de la edad de jubilación (obligatoria o voluntaria) y de las
contribuciones a los planes de jubilación con recortes de las prestaciones
futuras.
Los gobiernos deben: i) reconocer
que se encuentran expuestos al riesgo de longevidad, ii) adoptar métodos para
compartir mejor el riesgo con los organizadores de los planes de pensiones del
sector privado y los particulares, iii) promover el crecimiento de mercados
para la transferencia del riesgo de longevidad, y iv) divulgar mayor
información sobre la longevidad y la preparación financiera para la jubilación.”
Que no se les pase de largo esta apreciación
en el informe: “Para neutralizar los
efectos financieros del riesgo de longevidad, es necesario combinar aumentos de
la edad de jubilación (obligatoria o voluntaria) y de las contribuciones a los
planes de jubilación con recortes de las prestaciones futuras. “
O sea, hemos logrado que el ser humano viva más, pero la gente debe acostumbrarse a vivir con menos. Esto se
puede traducir simplemente en lo siguiente: Después que nos pasamos usted y yo,
y millones como nosotros, trabajando por y para el sistema produciendo riqueza
para las empresas, los países, los estados al final de nuestros aciagos días nos
tendremos que conformar con migajas, o peor aún, no tendremos derecho a nada.
Creo finalmente que esto
es una corriente económica muy peligrosa que no conforme con los grandes
beneficios que obtienen no quiere compartir nada con nadie ni con empleados, ni
con el pueblo, con nadie. Eso yo me antojo en llamarle eugenesia económica.
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