Por Javier Salas. Publicado en Materia III
A la ciencia
se le abría todo un océano de posibilidades gracias a la red: blogs de
entendidos, webs específicas, foros de aficionados, redes sociales, etc. Pero
en lugar de navegar viento en popa por esos mares, parece haber encallado. Para
seguir con el símil náutico, el problema es que no hay un timonel apropiado y
faltan cartas de navegación que describan de forma fiable cómo funcionan las
corrientes en las redes sociales o hacia dónde soplan los intereses de los
consumidores de noticias online. Un artículo
que publica la revista Science
en su última edición alerta sobre el grave problema que afronta la comunicación
científica en la actualidad: la paradoja de que internet es su última y gran
oportunidad, pero que no está sabiendo analizar cómo aprovecharla para no
enredarse en sus múltiples trampas.
Tres son los
principales motivos por los que científicos, divulgadores y periodistas
especializados deben replantearse la forma en que se desarrolla su diálogo con
el público, según los autores de este trabajo. Primero, el declive de los
medios tradicionales y su incapacidad para cumplir con su función de acercar la
ciencia a la sociedad. Segundo, que internet es un ecosistema complejo en el
que no siempre la voz más autorizada y respetable es la más escuchada. Desde el
algoritmo de Google hasta los agregadores de noticias, el ruido suele obtener
más oyentes que el discurso atinado de una institución científica. Por último,
pero no menos importante, la forma de consumir la información en internet:
blogs, comentarios, tuits y “me gustas” alteran la información hasta el punto
de distorsionar o desvirtuar su mensaje.
Sería ingenuo pensar que las noticias
científicas online se consumen igual que a través de la televisión o los
periódicos. Al contrario, estamos en un nuevo mundo de interacción con el
público, de reutilización y reinterpretación de los contenidos. Ya no tratamos
con los medios de comunicación de masas en su sentido tradicional, sino con
mensajes que son socialmente contextualizados a través de Facebook, los retuits
y los comentarios de los lectores”, explica Dietram Scheufele, uno de
los autores. Según este experto en comunicación, la ciencia no está haciendo su
trabajo para entender cómo funciona la divulgación en redes sociales, y hay muy
pocos estudios que ayuden a entenderlo.
Y la escasa literatura científica que existe
sobre la materia expone los riesgos. Un estudio
reciente reseñado en este artículo de Science destaca que el contexto de las noticias en las
redes sociales alteran de forma decisiva la percepción de los lectores: por
ejemplo, la bronca que pueda surgir en los comentarios de una noticia colgada
en Facebook provoca que el usuario cambie su percepción del riesgo asociado a
una nueva línea de investigación puntera (en este caso, la nanotecnología).
En medio de
ese flujo constante de información, conversación y ruido, la ciencia necesita
ganar autoridad a través de una voz firme basada en los hechos que se oiga a
través de todos estos canales. “De lo contrario”, expone Scheufele, “se corre
el riesgo de que sencillamente no llegue a la mayoría de los ciudadanos”. En
España, internet se
convirtió este año en la primera fuente de información científica,
superando a la televisión por primera vez. Además, las redes sociales ya son la
principal vía de acceso a estas noticias, según una encuesta de
Fecyt.
Endogamia en las redes sociales
Los autores
reconocen que el potencial de los nuevos cauces es tremendo, pero creen que la
ciencia no lo está logrando, sobre todo en redes sociales. Desde la perspectiva
de Scheufele, determinados grupos de Facebook, como “I fucking love Science”,
o agregadores de blogs se convierten en una “cámara de eco” cuyos
sonidos no salen de esas paredes. ”Existe un riesgo real, según muchos
investigadores, de que estas páginas solo lleguen a los ya convertidos, es
decir, aquellos a los que ya gusta la ciencia, y no lleguen a nuevos públicos”,
alerta.
Dominique Brossard, que
también firma el artículo, es algo más optimista en este sentido: “Los enlaces
y “me gustas” compartidos en Facebook tienen la capacidad de exponer a todos
los “amigos” a cosas nuevas. De hecho, he visto crecer exponencialmente la red
de ”I fucking love Science” y ya tiene más de 2 millones de
seguidores. Así que, en pocas palabras, sitios como estos pueden ayudar a
popularizar la ciencia”, razona Brossard.
Para esta investigadora, el principal desafío
es la cantidad de información disponible en internet, lo que hace que sea
difícil llegar a determinada audiencia. “Los algoritmos utilizados por Google y
otros motores de búsqueda determinan en gran parte lo que en última instancia
encuentra el internauta cuando buscan información específica. Así es difícil
llegar sistemáticamente a públicos que no consuman habitualmente webs
específicas de ciencia”, asegura Brossard.
“Tanto las tabletas como los smartphones han aumentado por
primera vez en mucho tiempo el consumo de noticias, así que podemos suponer que
el consumo de noticias de ciencia aumentará también. La ciencia es emocionante,
y la gente se interesa por cosas interesantes”, resume Brossard. Ambos autores
coinciden en que sería muy importante que los medios generalistas de internet
mantuvieran espacios concretos y estables para la ciencia y la tecnología
mientras aterrizan nuevos medios específicos: “Lo que vamos a ver en el futuro
son nuevas y creativas formas de monetización que ayuden a mantener el periodismo
de ciencia de calidad. Pero incluso estos nuevos modelos dependerán de los
conocimientos de las ciencias sociales para ayudarles a entender cómo las
audiencias usan la información que encuentran en línea”, aventura Scheufele.
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