TOKIO –
Actualmente, son contadas las cosas que el dinero no puede comprar.
Si fue
sentenciado a purgar una condena en una cárcel de Santa Barbara, California y
no le gustan las instalaciones, puede elegir una celda de mejor calidad
con un costo de aproximadamente 90 dólares por noche.
Si desea
ayudar a evitar el hecho trágico de que todos los años nacen miles de bebés de
madres adictas a las drogas, puede contribuir con una asociación de caridad que
use un mecanismo del mercado para mejorar el problema: ofrecer una ayuda de 300
dólares a una mujer adicta a las drogas que quiera esterilizarse.
O, si
desea ir a una audiencia del Congreso estadounidense pero no quiere esperar
horas haciendo la fila puede pedir los servicios de una compañía que la hace
por usted. La compañía contrata a vagabundos y otras personas que necesitan
trabajo para hacer fila –toda la noche si es necesario. Justo antes de que la
audiencia comience, el cliente que contrató los servicios puede tomar su lugar
en la fila, entrar y pedir un asiento que esté justo al frente de la sala de
audiencias.
¿Hay algo
de malo en la compra y venta de este tipo de cosas? Algunos dirían que no; las
personas deberían ser libres de gastar su dinero en lo que sea que esté a la
venta. Otros piensan que hay algunas cosas que el dinero no debería comprar.
Pero, ¿por qué? ¿Qué hay exactamente de malo en comprar una celda de mejor
calidad para aquellos que pueden pagarlo, u ofrecer dinero a mujeres que
quieran esterilizarse, o contratar personas para que hagan la fila por
nosotros?
Para
responder a este tipo de preguntas tenemos que plantear otra más importante:
¿Qué papel deberían tener el dinero y los mercados en una buena sociedad?
Plantear
esta pregunta y debatirla políticamente es más importante que nunca. En las
tres últimas décadas se ha producido una revolución silenciosa, pues los
mercados y el pensamiento orientado al mercado han alcanzado ámbitos de la vida
que antes se gobernaban por valores ajenos al mercado: la vida familiar y las
relaciones personales; la salud y la educación; la protección al medio ambiente
y la justicia penal; la seguridad nacional y la vida cívica.
Casi sin
darnos cuenta hemos pasado de tener economías de mercado a convertirnos en
sociedades de mercado. La diferencia: una economía de mercado es una
herramienta –una valiosa y efectiva– para organizar la actividad productiva. En
contraste, una sociedad de mercado es una en la que casi todo está a la venta.
Es un estilo de vida en el que los valores de mercado permean las relaciones
sociales y rigen todos los ámbitos.
Este
patrón debería inquietarnos por dos razones. Primero, a medida que el dinero
adquiere más relevancia en nuestras sociedades, la prosperidad –y su ausencia–
importa más. Si las principales ventajas de la riqueza fueran la posibilidad de
comprar yates y vacaciones elegantes, la desigualdad sería menos importante que
ahora. No obstante, como el dinero rige el acceso a la educación, los servicios
de salud, la influencia política y los vecindarios seguros, la vida se hace más
difícil para aquellos que tienen pocos recursos. La mercantilización de todo
hace que la desigualdad se sienta más.
La
segunda razón para evitar poner un precio a todas las actividades humanas es
que ello puede ser corruptor. La prostitución es un ejemplo clásico. Algunos
están en contra con el argumento de que típicamente explota a los pobres, para
quienes la opción de vender sus cuerpos puede ser realmente involuntaria. Sin
embargo, otros se oponen porque sostienen que reducir el sexo a una mera
mercancía es inherentemente degradante y objetualizante.
La idea
de que las relaciones de mercado pueden corromper bienes más elevados no se limita
a temas como el sexo y el cuerpo. También aplica a los bienes cívicos y
prácticas. Consideremos votar. No permitimos el libre mercado en las
votaciones, aunque ese mercado sería discutiblemente “eficiente”, en el sentido
economista del término. Muchas personas no usan sus votos, entonces, ¿por qué
dejar que se desperdicien? ¿Por qué no se permite que aquellos que no les
interesa mucho el resultado de unas elecciones vendan su voto a quienes sí les
importa? Las dos partes en la transacción ganarían.
El mejor
argumento contra la intervención del mercado en las votaciones es que el voto
no es un objeto de propiedad privada, sino una responsabilidad pública. Tratar
el voto como un instrumento de lucro sería degradarlo, corromper su significado
como una expresión del deber cívico.
Pero, si
la intervención del mercado en las votaciones es objetable porque corrompe la
democracia, ¿qué hay con los sistemas de financiamiento de campañas (incluido
el que actualmente tiene lugar en los Estados Unidos) que ofrece a los
patrocinadores ricos una voz desproporcionada en las elecciones? La razón para
rechazar la intervención del mercado en las votaciones –preservar la integridad
de la democracia– puede ser una razón también para permitir las contribuciones
financieras solamente a los candidatos políticos.
Por
supuesto, a menudo no nos ponemos de acuerdo en determinar lo qué es
“corromper” o “degradar”. Para determinar si la prostitución humana es
degradante tenemos que pensar primero cómo valorar adecuadamente la sexualidad
humana. Para determinar si pagar por una celda de mejor calidad corrompe el
significado de justicia penal tenemos que determinar los fines que debería
tener el castigo penal. Para determinar si debemos permitir comprar y vender
órganos humanos para trasplantes, o contratar mercenarios para pelear guerras,
tenemos que analizar cuestiones sobre la dignidad humana y la responsabilidad
civil.
Estas son
cuestiones polémicas y a menudo tratamos de evadirlas en discursos públicos.
Pero es un error. Nuestra renuencia a incluir en política temas moralmente
cuestionados nos ha dejado sin las herramientas para debatir acerca de uno de
los asuntos más importantes de nuestro tiempo: ¿Cuándo los mercados contribuyen
al bien público? Y ¿Cuándo no?
Traducción
de Kena Nequiz
Read more at http://www.project-syndicate.org/commentary/what-money-can-t-buy-by-michael-j--sandel/spanish#BtKFSTxibocFU2ub.99
No hay comentarios:
Publicar un comentario