viernes, 14 de junio de 2013

Bauman, pesimista: “Ahora la gente quiere más seguridad que libertad”

 

Sorprendido porque ve “mucho optimismo” en las calles de Barcelona, y eso no es lo que cuentan los diarios, el sociólogo Zygmunt Bauman considera que en los últimos treinta años las sociedades occidentales han vivido “en un mundo irreal”, en el que se pensaba que el crecimiento era ilimitado.
Bauman, que presenta su nuevo libro Sobre la educación en un mundo líquido (Paidós), ha declarado en un encuentro con periodistas que durante estas décadas se ha vivido pensando en el “crecimiento ilimitado” y, de repente, “hay un shock y la gente se da cuenta de que el hoy es malo, mañana será peor y pasado mañana llegará el apocalipsis”. Sostiene que vivimos en un mundo “como de alquiler”, en el que todo se mueve rápidamente, con “cambios radicales que no se esperan”, mundo que también ha definido como un “interregno, en el que se ve que las cosas que se han hecho hasta ahora no han funcionado, pero no se ha encontrado aún la manera de hacerlo diferente”.
A sus 88 años, advierte que sólo estudió sociología para explicar lo que ocurre en las sociedades y “no para hacer profecías”, opinó que se ha vivido “en el mundo de la ilusión”, principalmente por la irrupción masiva de la tarjeta de crédito: el paso “de la cultura del ahorro a la del crédito”.
El pensador polaco entiende que el “boom” del Bienestar se ha basado en que “gastábamos más dinero del que ganábamos, pidiendo préstamos a expensas de nuestros nietos, que pagarán el exceso de este consumismo”. “Ahora –siguió– se ha visto que estábamos en una gran mentira y en un malentendido y cuando ha llegado el mundo real no es muy alentador”.
Bauman recordó que en los años setenta el capitalismo buscaba “tierras vírgenes” para poderse expandir y fue cuando caló la idea de que “los hombres y las mujeres sin tarjeta de crédito no tenían ninguna utilidad, porque no daban beneficios a los bancos”. “Las personas se transformaron en alguien que pedía dinero y eran fuente de beneficios constante para los bancos”, ha apostillado.
Además ha argumentado que el sistema iba creciendo porque las entidades aseguraban a sus clientes que retornar la deuda no era ningún problema, con lo que las personas “o eran víctimas de una mentira o eran inocentes”.
A pesar de la crisis, el padre del concepto de la “modernidad líquida” se ha mostrado cauto con respecto a las teorías que dan por muerto al capitalismo liberal, porque todavía –dijo– “se pueden crear tierras vírgenes”, que no serán conquistadas por ningún ejército, porque sólo son necesarios “agentes bancarios”.
Respecto al “divorcio” entre poder y política, ha hablado de desconfianza hacia el sistema, porque “el poder se ha evaporado en el ciberespacio y la política sufre un déficit de poder”.
Sostiene que lo más importante a resolver durante el siglo será “volver a unir poder y política”. “Es un trabajo difícil –ha agregado– pero si no lo hacemos no solucionaremos el problema”.
Respecto al auge de los nacionalismos, ha querido recordar que él nació en Polonia en 1925 en el seno de una familia que debió emigrar en la década de 1930 para escapar del nazismo y que en 1968, otra vez en Polonia, se vio obligado a exiliarse a Inglaterra por las purgas del régimen comunista, sintiéndose principalmente europeo.
Argumentó que antes la identidad “venía dada de nacimiento, igual que la clase social, que se heredaba”. “La idea de identidad aparece cuando la idea de comunidad se debilita y nos empezamos a mover entre dos valores como la seguridad y la libertad, dos conceptos complementarios y a la vez opuestos”. Y, pesimista, remató: “ahora la gente quiere más seguridad por encima de la libertad”.

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