viernes, 13 de julio de 2012

Amor liquido: travesuras de la niña mala


“— ¿Creías que iba a ir a acostarme contigo en ese cuchitril que te ha prestado el mariquita de Juan Barreto en Earl's Court? Todavía no te has dado cuenta que ahora yo estoy at the top.
                                                               Mario Vargas Llosa
                                                           Travesuras de la niña mala

Por Alvin Reyes

Hacía tiempo que no leía una novela en tres días, desde mi época de estudiante. Así que ahora con tres hijos y un trabajo exigente, para mí ha constituido una verdadera proeza. La novela que he devorado es Travesuras de la niña mala del escritor peruano y premio Nobel Mario Vargas Llosa.

Que tiene esta novela que me hechizo desde sus primeras páginas?. Para empezar es la primera novela que he leído de Vargas Llosa con una trama lineal las otras tienen saltos espaciotemporales como La tía Julia y el escribidor o la fabulosa La casa verde, las travesuras de la niña mala transcurre sin embargo con un tiempo lineal y los únicos cambios son geográficos, así que su lectura es fácil y amena.

Pero el logro verdadero de la novela reside en el retrato que se hace en ella del amor líquido. El autor toma como base los amores (pueden llamarse así?) de  dos seres que se encuentran en las antípodas, y es a través de esta historia como se nos lleva desde el barrio limeño de Miraflores en los años cincuenta hasta Paris, con esporádicas fugas a Londres, Tokio, Madrid, Helsinki, Moscú y a través de estos viajes se nos van mostrando cambios trascendentales. Desde el Paris revolucionario de mayo de 1968 pasando por el Londres de los 70 en plena revolución hippie con los Beatles y los Rolling Stones, las minifaldas, las drogas y la psicodelia y la marihuana. De la mano de Ricardo, traductor de la Unesco vemos los cambios de un  mundo convulso desde los días ilusos en los que américa estaba preñada de revoluciones hasta los aciagos días de la caída de la  Unión Soviética

Pero el gran logro de la novela es la construcción del protagonista femenino, la verdadera encarnación del  mundo líquido, tan es así que a través de la historia se nos muestra con los nombres de: Lily, camarada Arlette, madame Roben Arnoux, Mrs. Richardson y la señora Kuriko según su conveniencia y el amante de turno a los que solo se acerca por el dinero, las joyas y las propiedades inmobiliarias. Pero siempre retorna a Ricardo porque es su único vínculo con el mundo. Ricardo encarna lo sólido, pero ella le teme, precisamente por eso. A lo largo de la novela nos daremos cuenta que en el fondo de su alma  ella ama a Ricardo pero tiene miedo a atarse a un ser “mediocre” y sin ambición cuyo único deseo en la vida es vivir en Paris. Ella le reclama que casarse con él es renunciar a “vivir”. Y eso ella se lo explica claramente al bueno de Ricardo:

“—Si esa vez, en lugar de despacharme a Cuba, me hubieras hecho quedar contigo aquí en París, ¿cuánto habríamos durado, Ricardito?

—Toda la vida. Te habría hecho tan feliz que no me hubieras dejado nunca.

Dejó de hablar en broma y me miró, muy seria y algo despectiva:

—Qué ingenuo y qué iluso eres —silabeó, desafiándome con sus ojos—. No me conoces. Yo sólo me quedaría para siempre con un hombre que fuera muy, muy rico y poderoso. Tú nunca lo serás, por desgracia.

— ¿Y si el dinero no fuera la felicidad, niña mala?

—Felicidad, no sé ni me importa lo que es, Ricardito. De lo que sí estoy segura es que no es esa cosa romántica y huachafa que es para ti. El dinero da seguridad, te defiende, te permite gozar a fondo de la vida sin preocuparte por el mañana. La única felicidad que se puede tocar.

Se me quedó mirando, con esa expresión fría que se agudizaba a veces de manera extraña y parecía congelar la vida a su alrededor.

—Tú eres buena gente, pero tienes un terrible defecto: tú falta de ambición. Estás contento con lo que has conseguido, ¿no? Pero eso es nada, niño bueno. Por eso no podría ser tu mujer. Yo nunca estaré contenta con lo que tenga. Siempre querré más.”


Definitivamente una novela que explora con dureza la “fragilidad de los vínculos humanos”. Si no baste este parrafo:


“—Por eso —me respondió en el acto, sin piedad—. Yo nunca he dicho «te quiero», «te amo», sintiéndolo de verdad. A nadie. Sólo he dicho esas cosas de a mentiras. Porque yo nunca he querido a nadie, Ricardito. Les he mentido a todos, siempre.”


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