viernes, 23 de mayo de 2014

Repensar la Revolución

Alvin Reyes
Después de la desintegración de la Unión Soviética una parte del mundo se proclamó victoriosa y otra parte se quedó sin ideología. Como resultado de esto se instauró el llamado nuevo orden mundial y se proclamó el fin de la historia. Solo ha bastado un cuarto de siglo para que el nuevo orden mundial se resquebrajara y para que los motores de la historia se encendieran de nuevo.
Tras los acontecimientos del 11 de septiembre y de la crisis económica del 2008, la historia ha vuelto a agitarse. El de hoy es un mundo que, lejos de concluir, está en plena gestación. El capitalismo en su fase más alta de desarrollo tecnológico y financiero han logrado lo nunca soñado: ya no solo se reparten los mercados y se saquean las materias primas de África y América Latina, ahora, además las corporaciones, tras apropiarse del sistema político nos gobiernan. La explotación clásica del hombre por el hombre ha dado paso a un nuevo tipo de explotación aun más aberrante basada en la esclavitud al consumo, mientras el afán de lucro de una parte de la humanidad y el afán de disfrutar de los bienes y placeres del mundo industrial occidental, están destruyendo el planeta.
La oposición ha surgido, claro que sí, de eso no hay duda, en todas las grandes ciudades del mundo Londres, Madrid, Turquía, New York, etc., la gente se moviliza, las masas se agitan. Pero…..
Qué ocurre?. Nada. Los gobiernos siguen financiando el déficit de los bancos, siguen vigilando impunemente a sus ciudadanos, se siguen derrocando gobiernos de terceros países y el desempleo se ha adueñado de las estadísticas de todas las economías del mundo. Mientras más protestas, más represión, más poder para los gobiernos y menos apoyo de una prensa que hace rato que dejó de ser el cuarto poder para convertirse en una meretriz de las corporaciones.
Creo firmemente, estoy convencido, de que los movimientos de lucha han fallado porque se han seguido usando métodos de los años sesenta, cuando el objetivo era otro y el enemigo estaba claramente definido. Tomar las calles ya no va a resolver nada porque los gobiernos de hoy no tienen el componente de los años 60, los gobiernos de hoy son meros instrumentos en manos de corporaciones que no van a ceder porque el problema de esta época, más que nunca en la historia, son las ganancias, la rentabilidad.
La nueva lucha que se avecina pasa obligatoriamente por un replanteamiento de las condiciones históricas que estamos viviendo. Como está concebido el orden industrial y tecnológico del mundo de hoy en día es más efectivo, por ejemplo, hacer un boicot de consumo que la quema de gomas en las calles. Porque cuando no consumimos le estamos quitando la sangre al sistema.
Es hora de hacer un alto en los métodos de lucha tradicionales y ponernos a estudiar la historia desde cero, replantearnos el Eurocentrismo como algo impuesto por los victoriosos de la Segunda Guerra Mundial y por los alcahuetes de la mal llamada Revolución Industrial. Todos aquellos intentos de movilizaciones, de tomas de plazas y de calles, sin entender los nuevos retos, las nuevas composiciones de las fuerzas, la nueva realidad de un mundo donde una corporación tabacalera pueda llevar a juicio un gobierno que quiere mejorar la salud de sus ciudadanos, se quedarán en eso, en intentos.
Y se quedaran en intentos porque el sistema tiene respuestas para todas las formas de protestas, si la propuesta es violenta, la  respuesta será violenta. Si la lucha se lleva a los medios de comunicación, reales o virtuales, la respuesta será mediática porque, repito, las corporaciones controlan todos los medios. Y además, por medio a este control de las comunicaciones,  han logrado mantener apática a una parte importante de la población mundial con el entretenimiento barato y el deporte, que ha dejado de ser un evento de sana competencia para convertirse en una fábrica de estrellas y de ídolos falsos para el consumo de la población. Una parte importante de la estrategia del poder corporativo es mantener a la mayoría de la población políticamente apática. Esto se logra dando la falsa creencia de una sociedad en bienestar a través de la oferta de bienes de consumo y una gran industria del entretenimiento que mantenga a los ciudadanos políticamente pasivos.  Ese es, precisamente, uno de los problemas de occidente con el Islam. No beben alcohol, no comen carne de cerdo, no se visten a la moda, por lo tanto no son dan “domésticos” como el resto de los ciudadanos occidentales y occidentalizados.
Es por eso que le planteamos a aquellos que intentan cambiar el mundo para bien, los que están cansados de las injusticias sociales, de las guerras económicas, de la explotación salvaje del planeta, que cualquier intento de revolución pasa de manera obligatoria por atacar directamente al consumo primero como una fórmula para liberar al  espíritu humano de las cadenas materialistas que le esclavizan y luego como un arma única contra los gobiernos corporativos.

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