LA INSEMINACIÓN DE IDEAS DENTRO DE UNA SOCIEDAD PUEDE TENER EN LA DISTRACCIÓN A UNO DE SUS MEJORES ALIADOS
Históricamente se han
registrado incontables episodios en los que ciertos gobiernos o agendas se
valen de la distracción de la población, o incluso la fomentan, para tomar
decisiones o ejercer acciones que de otra forma habrían encontrado mucho mayor
resistencia. Tan sólo en el caso de los deportes, particularmente el fútbol, se
han detectado múltiples ocasiones en las que un gobierno aprovecha que la
atención masiva está depositada en un juego, o mejor aún en un carnaval de
partidos, como por ejemplo la Copa del Mundo, para aprobar leyes coercitivas o
aplicar enmiendas contrarias al bien de la sociedad y a favor de intereses
específicos –estimado lector, cualquier conexión de esto con tu realidad
sociopolítica es mera coincidencia.
En el caso de la inserción de propaganda en la mente colectiva
este fenómeno consiste en, a grandes rasgos, promover una cierta postura o
“verdad” excluyente de una forma en la que se convierta en algo lo
suficientemente ubicuo dentro del imaginario como para que termine siendo
aceptado sin cuestionarse –algo así como inseminar de raíz a un grupo social
con una idea determinada. Y aunque muchos pensaríamos que el que esta
programación sea efectiva requiere de la atención de las personas que se busca
programar, al parecer lo más apropiado es justo lo contrario, es decir,
aquellas personas que están distraídas durante la inseminación son más
vulnerables y por lo tanto programables.
Una investigación realizada por
Richard Petty, Gary Wells y Timothy Brock que fue publicada en el Journal of Personality and Social Psychology (Vol 34(5), Nov 1976, 874-884) sugiere
precisamente que, en algunos contextos en donde existe un factor de
distracción, el influjo de la propaganda resulta más efectivo. El estudio
concluyó que, cuando se trata de comunicar un argumento a favor de una postura,
la distracción refuerza el carácter convincente del mismo –a diferencia de
cuando se trata de insertar un sentimiento.
Durante el experimento los voluntarios encararon dos tipos de
propaganda, una que podía ser fácilmente contraargumentada, y otra que no.
Cuando estaban distraídos mientras se les abordaba con el segundo tipo de
propaganda, demostraron ser menos propensos a aceptarla –aparentemente, porque
su complejidad la hacía más sentimental que racional. En cambio, cuando los
propagandistas tenían que “vender” una postura fácilmente cuestionable,
encontraron que los voluntarios eran notablemente más propensos a comprarla
cuando existía una distracción de por medio.
El estudio representa una muestra relativamente pequeña pero,
curiosamente, refuerza esa conclusión analítica e intuitiva que muchas personas
han percibido: la distracción vulnera los anticuerpos críticos en una
población. Quizá por está razón, entre otras, los políticos siempre han apoyado
los espectáculos deportivos, mientras que las corporaciones son cada vez más asiduas
a los espectáculos de entretenimiento, por ejemplo, los festivales musicales brandeados.
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