Algunos amigos me han escuchado hablar sobre este tema y saben cuál es mi posición al respecto.
He leído algunos libros sobre Paternidad Responsable, Educación Infantil, Crianza Comprometida, etc. Y en todos ellos he encontrado un denominador común, ninguno respondía a las necesidades de los padres y de la sociedad. No me considero un experto ni mucho menos pero…..
Me explico. No es cierto que nuestros hijos son un reflejo de lo que somos nosotros. En estos tratados se nos ha querido vender la idea de que nuestra generación fue abusada psicológicamente y que por esto nuestras conductas están condicionadas por esos patrones de miedo y resentimiento hacia nuestros padres, las cuales debemos declinar como nocivas a la hora de generar ejemplos a nuestros hijos. Hemos sido condicionados por psicólogos y sociólogos para subliminar nuestro verdadero YO, el que nos fue inscrito a sangre y fuego en nuestra psiquis.
Creo que ya ha llegado el tiempo de volver a utilizar las cosas que funcionaron en el pasado. No me estoy refiriendo a castigos corporales extremos, como el guayo en las rodillas y las piedras en las manos, pero si a los valores.
Debemos entender que nuestros hijos no son nuestros, como decía Kalil Gibran, que se nos entregan como alumnos para prepararlos para la vida en sociedad. No son nuestros amigos, no deben serlo. Son seres humanos con defectos y virtudes separados de nosotros por el tiempo y el espacio, que tienen proyectos de vida, deseos y futuros diferentes a los nuestros.
Somos maestros de las cosas más delicadas, el amor, la vida en pareja, las creencias religiosas, la resolución de conflictos, la honestidad, etc.
Si dejamos que nuestros hijos nos coloquen en posición de hablarnos como a sus amigos, sería una falta del debido respeto a los mayores. Si permitimos que se comporten en casa como en un hotel, sin tareas que hacer, estaríamos criando seres irresponsables, débiles e inútiles. Si les cubrimos todas sus necesidades sin que entiendan el valor del dinero, del sacrificio y del trabajo para alcanzar lo que queremos, los estaríamos sentenciando a una vida de delincuencia y deshonestidad. Dice un refrán que si quieres crear un delincuente solo dale a tu hijo todo lo que te pida.
Ya es hora de demostrarnos a nosotros mismos que no somos malos ejemplos si sacamos nuestro verdadero SER, aquel que con una mirada de nuestros padres entendía que nos estaban mandando a salir de la habitación.
Los niños no deben estar en conversaciones de adultos (punto). Los padres no tienen que convencer a los hijos de lo que quieren, ellos saben lo que mejor les conviene. El dialogo es necesario hasta el momento en que se convierte en una puja de “dime y convénceme”, en ese instante está bien empleada la frase “porque lo digo yo”.
Si nuestros hijos fueran en verdad nuestro reflejo, la delincuencia juvenil no estaría tan propagada. Es cierto que en todas las generaciones ha habido delincuentes, pero puede que nuestros hijos rompan todos los moldes.
Nuestros padres hicieron un buen trabajo, nos enseñaron, quizás de manera muy rudimentaria, valores y compromisos. Todavía hoy se nos hace difícil decirle TU a una persona mayor, y aún con 4 décadas recorridas e hijos nuestros, sus palabras son órdenes.
Esperen la continuación de este tema.
Hasta luego, amigos conscientes.
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